La eterna montaña de Wanda

La inolvidable Wanda Rutkiewicz nació el 4 de Febrero de 1943 en Plungiany, Polonia, ciudad que actualmente pertenece a Lituania. O sea, polaca de nacimiento, con todo lo que ello significa para el mundo de la montaña, con ese espíritu muy particular con que cuenta el montañista polaco. Por eso, no es extraño el hecho de la gran trascendencia que ella consiguiera en aquellos tiempos.

Los comienzos

Hacia el año 1965 se graduó como Ingeniero eléctrico y comenzó a trabajar en el Instituto de Automatización de Sistemas de Potencia, trasladándose luego de algunos años a Varsovia, donde trabajó en el Instituto de Matemáticas de Máquinas.

Desde temprana edad, paralelamente a su trabajo, se constituyó en una fiel amante de la montaña.

Pero también del voleibol, deporte en el cual también formó parte del equipo nacional de Polonia. Inclusive incursionó en algunas disciplinas atléticas. Fue miembro del club de montañismo de Wroclaw. Fue en 1962, a los 19 años, que comenzó su actividad en la montaña, principalmente en la región de los Montes Tatra, cordón montañoso que sirve de límite entre Polonia y Eslovaquia, donde realizó una importantísima trayectoria. Hacia 1964 realiza sus primeros ascensos en los Alpes. En 1967 consigue la Este del Aiguille du Grépon (3482m) de altísima dificultad y en 1973 se convierte en la segunda mujer en conseguir el Eiger.

Cinco años después, en 1978 entra en la historia al ser la primer mujer en atravesar el pilar norte del Matherhorn (Cervino). Pero antes de profundizar un poco más en ese impresionante 1978, retrocedamos unos años, diez para ser más precisos. En 1968 formó parte del equipo femenino en las montañas de Noruega, facilitando la entrada al pilar del este del Trollryggen.

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Los ochomiles

En 1970 comienza la actividad fuerte de Wanda Rutkiewicz al empezar sus incursiones en el Pamir y los distintos sistemas asiáticos. Consigue el pico Lenin (7.134m), en el Hindu Kush el Nowshak (7.482 m), que constituyeron la antesala a ese 1978 que mencionábamos anteriormente, cuando consigue su primer ochomil: nada más ni nada menos que el Everest, convirtiéndose en la tercera mujer en conquistarlo.

 

Así, Wanda entra de lleno en el mundo de los ochomiles. En 1985 conquista el Nanga Parbat junto a Krystyna Palmowska y Anna Czerwiska, o sea, el primer equipo femenino en hacer cumbre en el Nanga. Un año antes de esto, en 1984, fue Liliane Barrard la primera mujer en conquistar a la estrella del Karakoram.

El 23 de Junio de 1986 se convierte en la primera mujer en llegar a la cumbre del K2. En esta oportunidad formaba parte de una expedición comandada por Liliane y Maurice Barrard (recordemos como dijimos antes, que Liliane fue la primera Nanga Parbat). Al llegar a la cumbre esperó allí al resto de los integrantes del equipo. Michel Parmentier arribó un rato después y Liliane y Maurice posteriormente. Pero esta expedición, que significó para Wanda su primer femenino del K2 estuvo también signada por la tragedia: Liliane y Maurice fallecieron el día siguiente de cumbre durante el descenso.

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Michel Parmentier moriría dos años después en el Everest.

Fue ésta quizás, una época maravillosa para el montañismo de ochomiles. Ya en los finales de esa época de exploración y conquista. Fue el año en que Reinhold Messner pasaba a la historia al conseguir el primer 14×8000. Una época de montañismo puro, brillante, pleno de abstinencia de las aún inexistentes expediciones comerciales.

Esa fue precisamente la época de Wanda, la que todos los amantes del montañismo añoramos y destacamos cuando vemos a algún aventurero -o aventurera por supuesto- que se lanza a la conquista con esa plenitud de espíritu con solo el ansia de disfrutar de la montaña viva. Una época que quizás si hoy Wanda viviese, añoraría, aunque creo, seguramente no entendería muy bien los tiempos que le fueron sucediendo.

 

En 1987, junto a Ryszard Warecki, Elsa Ávila, Carlos Carsolio y Ramíro Navarrete consigue su cuarto ochomil: el Shisha Pangma, que para ese entonces fue una de las primeras ascensiones.

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Recordemos que el Shisha que se encuentra íntegramente en territorio chino (o del Tibet para quienes lo aprecien mas) fue conquistado por primera vez en 1964 y luego el gobierno prohibió todo ascenso hasta 1980.

El día final

Aquél 12 de mayo de 1992 Wanda comenzó la última etapa de ascensión al Kangchenjunga desde los 7950m del campo 4 junto al mexicano Carlos Carsolio (14×8000). Fue muy temprano, a la 3.30 de la madrugada. Tras doce horas de escalada Carlos logró alcanzar la cumbre de lo que sería su quinto ochomil. Recordemos que Carsolio conseguiría su decimocuarto ochomil en el Manaslu cuatro años después en 1996. Al descender de su cumbre, Carlos se encuentra con Wanda aproximadamente entre los 8200 y 8300 metros. Ella le manifiesta que pensaba pasar la noche vivaqueando en ese lugar para intentar cumbre al día siguiente, a pesar de encontrarse sin agua ni comida. Carlos no puede convencerla para que descienda y como se encontraba verdaderamente exhausto decide bajar al campo 4.

Esa fue la última noticia que se tuvo de Wanda.

Su cuerpo nunca fue encontrado. Tampoco se supo si consiguió su cumbre. Pero si se supo lo que consiguió Wanda en todos sus años de trayectoria: fue abriendo senda. Trabajosamente fue instalando cuerdas fijas, con toda dedicación y los medios disponibles para aquella época. Fue luchando día y noche bajo la nevizca o nieve fuerte de tormenta. Abriendo y reabriendo. Dieciocho años después de su desaparición, otra escaladora logró el objetivo que Wanda se había planteado, alcanzó la cumbre de los catorce ochomiles, concluyendo una tarea de la cual Wanda Rutkiewicz sin lugar arrancó, mucho tiempo antes, fijando las primeras cuerdas. Subiendo y subiendo, hasta el día de hoy, buscando su eterna montaña.

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