Por Miguel Angel González Vázquez
Acerca del sismo ocurrido en Buenos Aires el 30 de Noviembre de 2018
A propósito del sismo de magnitud 3.8 en la escala de Richter ocurrido en el día de hoy, viernes 30 de Noviembre de 2018 en la provincia de Buenos Aires y en cercanías de la ciudad de Buenos Aires (República Argentina), es interesante hacer algunas consideraciones.
Pero antes de avanzar en ese aspecto, es fundamental hacer la siguiente aclaración. El tema del riesgo sísmico en las llanuras argentinas aún no ha sido considerado con suficiente fuerza e insistencia en el país. Dicho de otro modo, este es un tema que ha tenido escasa o nula trascendencia fuera de algún ámbito académico específico.
De ese modo es un tema que no está instalado en la sociedad misma y ni siquiera en los ambientes técnicos. Por lo tanto debo pedir encarecidamente que todo lo que exprese en este texto se considere sin criterio alarmista o catastrofista. De otro modo se correría el riesgo de caer en situaciones que podrían ser más negativas que el potencial riesgo sísmico en sí mismo. Simplemente se debe conocer el riesgo y obrar en consecuencia.
Pese a la escasa trascendencia o importancia que se le ha dado históricamente a la posibilidad de ocurrencia de sismos en las regiones llanas del planeta, este es un riesgo real, por varias razones que trataré de explicar seguidamente.
En el caso concreto de la provincia de Buenos Aires, la misma está fuera de las áreas consideradas tradicionalmente con riesgo sísmico moderado a alto. Y esto ha sido así por dos razones.
La primera es porque fueron escasos los sismos registrados en las llanuras argentinas y además su magnitud no siempre fue conocida. Tal es el caso del sismo ocurrido el 5 de junio de 1888. Algunos insisten en que el epicentro fue en Bernal (provincia de Buenos Aires(1), aunque el más prestigioso científico naturalista argentino de ese entonces, Florentino Ameghino, quien registró los efectos cualitativos del mismo mediante el interrogatorio a pobladores de la región, solo acierta a apuntar que el epicentro aparente fue "en algún lugar de la cuenca del río Salado."
El diario uruguayo La Tribuna Popular del 6 de junio de 1888 describió los efectos cualitativos que el mismo tuvo en esas costas.(1) Donde quiera que haya estado su epicentro, estuvo en una región mayoritariamente despoblada y no se pudo dimensionar su intensidad máxima relativa.
Lo mismo puede decirse para un sismo que habría ocurrido el 31 de Mayo de 1960 con epicentro "en algún lugar de la provincia de Río Negro". Este se habría sentido muy fuerte en lugares tan alejados como Bahía Blanca y Mar del Plata (Lic. Carlos A. Navarro; comunicación personal-2-).
Uno de los pocos sismos ocurridos en llanuras argentinas con buena documentación, ya que fue registrado por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) de San Juan, fue el ocurrido el 28 de Octubre de 1965 en Santa Rosa, (La Pampa).
Según describieron Volponi y Aparicio (1967), este ocurrió a las 22 horas 57 minutos GMT, alcanzando una magnitud 4,6 MB y una intensidad máxima de 5 grados en la escala Mercalli modificada.
Por otro lado y como ocurre en los más diversos aspectos de la técnica y de la ciencia, aún no se prestó suficiente atención al potencial riesgo sísmico de las llanuras argentinas, dado que tampoco se prestaba atención a ese tema en otras regiones llanas del planeta.
Sin embargo tampoco esas otras regiones llanas han estado exentas de sismos y cuando estos ocurrieron, tuvieron la particularidad de ser de intensidad extremadamente elevada. Tal es el caso de algunos sismos ocurridos hacia fines del siglo XIX en las llanuras del este de Estados Unidos de Norteamérica. Cualquiera pensaría que los sismos de mayor intensidad en EUA habrían ocurrido en California, a lo largo de la tan promocionada falla de San Andrés. Pero eso no fue así, puesto que el mayor sismo registrado en tiempos históricos en ese país ocurrió en el valle del río Mississippi, borrando literalmente del mapa la ciudad de Nueva Madrid.
Otro de los grandes sismos de EUA ocurrió sobre la costa atlántica, destruyendo la ciudad de Charleston en 1886.
De modo similar, grandes sismos en zonas llanas ocurrieron en el margen oriental de Canadá. Tales los casos del sismo de 1929 en Great Banks, con intensidad M7,2 y el sismo de 1933 en la Bahía Baffin, con intensidad M7,3 (Adams, 1989). Asimismo el sismo de 1976 en Tang-Shan, China, con más de 250.000 muertos, es otro ejemplo de grandes sismos ocurridos en regiones llanas (Ketter, 1989).
Como era de esperar, este tema fue cobrando importancia creciente en la medida en que las regiones llanas del planeta han sido más y más pobladas. A tal punto que ya se reconoce la sismicidad potencial de muchas de ellas y existen comunidades científicas abocadas a la prevención y a otros aspectos.
Esto último pudo apreciarse en la cantidad de trabajos de investigación presentados en el simposio denominado "Earthquake Hazards and the Design of Constructed Facilities In the Eastern United States." ("Riesgos Sísmicos y Diseño de Construcciones en el Este de Estados Unidos"), desarrollado en Junio de 1989 en la Academia de Ciencias de Nueva York (ver: Jacob y Turkstra, 1989).
En suma y como poco más o menos expresó el ya mencionado Ketter (1989), "...en base a las ideas corrientes la probabilidad de ocurrencia de un gran sismo en el este (de EUA) es relativamente baja; de todos modos allí han ocurrido sismos de moderados a severos y ciertamente pueden recurrir en el futuro. Además, los sismos más destructivos ocurrieron en áreas donde no se habían registrado sismos previos y donde el conocimiento corriente sugería la existencia de áreas `quietas´ desde el punto de vista tectónico, o sísmico."
Algo similar indicaron Zoback y Zoback (1989), al expresar, poco más o menos y en referencia al este norteamericano: "En nuestra opinión, la evidencia disponible sugiere que no es razonable asumir que las actuales tasas de sismicidad pueden ser utilizadas para caracterizar el riesgo sísmico de largo plazo en áreas de intraplaca."
Los mismos investigadores señalaron que el área de Charleston en Carolina del Sur no es ni geológica ni geofísicamente única y está corrientemente caracterizada por un nivel de sismicidad verdaderamente bajo. Ella es ejemplo suficiente de la dificultad de asignar riesgos sísmicos en áreas de intraplaca, como lo es en este caso la región pampeana de Argentina.
De no haber ocurrido el sismo de 1886 en Charleston, no habría razón para sospechar el riesgo de ocurrencia de grandes sismos en ese lugar.
Por otra parte y como señalaron Seeber y Armbruster (1989), la sismicidad puede agruparse en el tiempo; o dicho de otro modo, la sismicidad puede no ser estacionaria.
Por ejemplo los reconocimientos sísmicos de la costa de Carolina del Sur y Georgia (EUA), aún registran frecuentes "aftershocks"(3) posteriores al sismo de Charleston de 1886. Sin embargo, durante más de 100 años previos a 1886, la sismicidad de esa costa había sido prácticamente nula. Este drástico cambio en la sismicidad coincidió con el evento ("shock") mayor de 1886.
Por lo tanto esos autores concluyeron en que:
1. El agrupamiento espacial de la sismicidad histórica no es estacionario.
2. La relación entre los patrones históricos de sismicidad y los rasgos estructurales no es sistemático, como resultado del mencionado agrupamiento temporal.
3. La ubicación de futuros grandes sismos generalmente no está indicada por un elevado nivel histórico de sismicidad. Por lo tanto los análisis de riesgo sísmico basados en que la sismicidad es estacionaria pueden ser adecuados para eventos pequeños a moderados, pero probablemente sean erróneos para el caso de sismos mayores.
Esto es coherente con lo apuntado por Basham (1989), al decir que: "... Aunque en el este de América del Norte solo se posean registros de sismos ocurridos durante los últimos 300 años, dado que muchos de los sismos históricos aquí han sido eventos simples, debemos asumir que solamente hemos visto breves `instantáneas´ del potencial sísmico de largo plazo."
Condiciones geológicas de las grandes llanuras americanas
En primer lugar es importante remarcar una similitud geotectónica de megaescala entre las porciones orientales de los continentes Norteamericano y Sudamericano: ambas porciones continentales se encuentran sobre lo que se suele denominar `borde de fuga´ (o margen pasivo-4-) de estos continentes, en su deriva hacia el oeste.
Como tal, debe tenerse en cuenta que ambos márgenes continentales están sometidos a similares esfuerzos compresivos provenientes de la Cordillera Centroatlántica. Esta cordillera es en realidad una extensa región de fracturas muy activas (o de `rifting´), en la cual y merced a una compleja interrelación de múltiples fallamientos y surgimiento de magma (roca fundida) desde el manto terrestre, se genera nueva corteza terrestre.
Esta, por expresarlo en términos simples, `va empujando´ la corteza terrestre ya formada hacia ambos lados de la Cordillera Centroatlántica y de ese modo contribuye a la separación de los continentes. Pero las tensiones generadas con ese empuje son enormes y se transmiten por la corteza terrestre sólida hasta los mismos continentes, donde se disipan a través de distintos fenómenos tectónicos. Estos pueden ser movimiento de bloques corticales a lo largo de fracturas y ascenso del margen continental, entre otros fenómenos. Todos los cuales pueden derivar en sismos de importancia.
De los distintos trabajos presentados en el mencionado simposio de EUA, podemos apreciar otras similitudes entre las condiciones geológicas y las condiciones tectónicas de las llanuras del este norteamericano y las llanuras del este argentino.
Por ejemplo, a partir de los datos presentados por el mencionado trabajo de Basham (1989), se pueden hacer comparaciones interesantes. Este investigador observó que de la ubicación geográfica de los sismos en el este de América del Norte, surge que los mismos tienden a rodear una región continental central estable. La misma está constituida por el cratón Precámbrico de América del Norte, como estructura geológica mayor, remanente de los últimos dos episodios Nord Atlánticos de tectónica de placas.
Esos episodios agrietaron ese cratón por el este mientras el Atlántico se abría y se cerraba. En el actual estado de apertura, la Cordillera Centro Atlántica ha producido una compresión razonablemente uniforme por decenas de millones de años y sigue produciéndola. Ese permanente estado compresional estaría reactivando aquellas antiguas estructuras geológicas y estaría disipando su energía por medio de sismos.
El mismo Basham (1989) indicó que cada gran sismo del este Norteamericano estuvo asociado con alguna estructura geológica remanente de los episodios de `rifting´ del proto-continente Precámbrico. Ya sea del `rifting´ Paleozoico, ocurrido hace unos 500 millones de años, o del Mesozoico iniciado hace poco menos de 200 millones de años.
Vale recordar que este último `rifting´ fue el generador de la apertura del océano Atlántico y por lo tanto es el que dio origen al actual margen continental del este norteamericano y sudamericano.
Como se puede apreciar, las similitudes geológicas y tectónicas entre la descripción hecha para Norteamérica y el entorno geológico-tectónico de la provincia de Buenos Aires como parte de la región pampeana, es sumamente grande.
En primer lugar, esta región de Argentina también es perimetral a un cratón. En este caso lo es a los relictos australes del Cratón de Brasilia, ya que las rocas de las Sierras Septentrionales Bonaerenses (Tandilia) e inclusive tanto las rocas que afloran en la isla Martín García como las que encuentran a relativamente poca profundidad en el subsuelo de la ciudad Buenos Aires y zonas aledañas, son atribuidas a este cratón.
En segundo lugar, el litoral de la provincia de Buenos Aires está íntimamente asociado a una región de intenso fallamiento vinculada al momento de apertura del Atlántico (el mencionado `rifting´ Mesozoico), como lo son las denominadas Cuencas del Salado (con su expresión costera en Bahía de Samborombón) y Cuenca del Colorado (Bahía Blanca.) A tal punto que algunos investigadores consideran a estas cuencas sedimentarias como sendos `rifting´ abortados que fueron intensamente activos durante la apertura del océano Atlántico (véase Urien et al., 1981).
En este punto es interesante mencionar un trabajo de Coppersmith et al., (1987), referente a la sismicidad del interior de continentes estables de todo el mundo. Estos investigadores compilaron datos de los sismos con intensidad mayor que 5,0 para nueve regiones del planeta y determinaron que el 71% de esos sismos estuvo asociado con `rifts´ continentales abortados y con márgenes continentales pasivos (tal cual es el caso de la provincia de Buenos Aires).
Más aún, en esa investigación encontraron que de 17 sismos de intensidad superior a 7,0, todos ellos estuvieron asociados a `rifts´ abortados sobre márgenes pasivos. Dado que la representación esquemática de esos `rifts´ abortados sobre los márgenes pasivos del actual episodio de tectónica global es fácil de trazar, Basham (1989) concluyó en que con esa información básica puede conocerse la ubicación potencial alrededor del planeta, para la ocurrencia de grandes sismos.
Muchos de esos `rifts´ del este de EUA están sepultados bajo muchos km. de sedimentos más modernos. Tal es el caso del `rift´ de Nueva Madrid ahora bien conocido a partir del sismo catastrófico ocurrido en las últimas décadas del siglo XIX.
Y tal es el caso de las mencionadas Cuencas del Salado y del Colorado, con varios km. de espesor de sedimentos (Yrigoyen, 1975).
Relación entre sismicidad y deslizamiento de fallas
La relación entre sismicidad y desplazamiento de fallas conocidas fue generalmente la principal guía para estudiar la sismogénesis en regiones como el oeste norteamericano y las regiones argentinas con actividad sísmica reconocida. También en el este de EUA los sismos han sido generados por deslizamientos de fallas, pero los procesos de sismogénesis y el comportamiento de las fallas activas en esta región está aún sin resolver.
La información disponible sugiere diferencias fundamentales con respecto a la relación entre sismicidad y fallas entre el este y el oeste norteamericanos y por lo tanto sería de esperar lo mismo en Argentina. A menudo se mencionó la falta de correlación entre sismicidad y fallas conocidas en el este norteamericano, aunque Seeber y Armbruster (1989) presentaron correlaciones muy claras entre una y otras.
Aunque en algunas de las fallas observadas no se hayan registrado movimientos sísmicos en épocas históricas, sí hay evidencias de sismicidad importante durante el Holoceno. Evidencias que señalan la ocurrencia de sismos iguales o mayores que intensidad 7.0. Los ya mencionados Zoback y Zoback (1989), señalaron que la localización de grandes sismos en esas regiones está primariamente controlada por la ocurrencia de fallas mayores y no por fuentes locales de esfuerzo. Mediciones detalladas in situ en el este norteamericano, indican que en la corteza superior (hasta un km. de profundidad) existe gran estrés horizontal. Este puede ser causal de sismos de baja magnitud, pero puede no tener relación con los grandes sismos.
Los mismos investigadores señalaron que para la ocurrencia de grandes sismos de intraplaca en períodos de tiempo relativamente cortos, parece ser necesaria la existencia de zonas localizadas con altas tasas de acumulación de tensión elástica. Estas zonas pueden ser evidenciadas mediante la comparación de mediciones actuales de la deformación cortical debida a acumulación de tensiones, con referencia a mediciones de triangulaciones geodésicas históricas, allí donde las hubiere.
Esto en nuestro caso puede ser una valiosa herramienta para indicar los sitios con riesgo probable de ocurrencia de sismos mayores. De hecho esta metodología se está usando con algún grado de acierto en otros lugares del mundo y particularmente en China, donde en los últimos años se logró anticipar con algunas horas la ocurrencia de fuertes sismos en áreas densamente pobladas.
En el caso de la región pampeana y en particular de la provincia de Buenos Aires, en alguna oportunidad (González, 1995; 1997) definió varios lineamientos estructurales que indican la existencia de fracturas regionales de actividad manifiesta durante los últimos tiempos geológicos.
Tal actividad ha sido la responsable del movimiento de los cuatro bloques corticales mayores que y ha llegado a desviar el curso de ríos tan importantes como el Sauce Grande y el Sauce Chico (González, 1997.) Respecto al río Sauce Grande, el movimiento principal del bloque que produjo su desviación, pareciera no haber sido paulatino a través del tiempo. Aún no he hallado elementos de campo que me permitan verificar si ese movimiento fue tan brusco como para producir sismos, pero tampoco tengo evidencias de lo contrario.
Recomendaciones
En función de lo expresado por Zoback y Zoback (1989) en cuanto a la relación entre acumulación de tensiones corticales y la potencialidad sísmica de regiones llanas de intraplaca, recomiendo establecer una red de vigilancia de deformación de la corteza terrestre en lugares claves.
Los puntos de esa red preferentemente deberían estar ubicados sobre las porciones elevadas de los bloques corticales definidos en los trabajos que mencioné (González, 1997.) Además sería conveniente que los mismos pudiesen relacionarse a alguna buena base de triangulación geodésica que sirviese de comparación. De ese modo se podría verificar el comportamiento de los bloques corticales a lo largo de los lineamientos regionales que mencioné.
Asimismo recomiendo realizar un reconocimiento geofísico detallado de cada uno de los bloques corticales que mencioné en el párrafo previo, para reconocer con mayor detalle sus particularidades geotectónicas. Esto es, forma, dimensiones, inclinación de las fallas que los limitan, características de las rocas que los componen, etc.
Por último, pero no menos importante, cabe repetir el pedido de que esta posibilidad de riesgo sísmico potencial para el área en estudio sea tomada con la mesura del caso y no sea agitada con criterio alarmista. Porque esto solamente se presenta a título de hipótesis de trabajo y en el mejor de los casos, a título de prevenir grandes sismos que si bien son posibles, quizá no ocurran nunca, hablando en términos cronológicos de vidas humanas.
Pero si llegasen a ocurrir, sería bueno que estuviésemos preparados en todos los aspectos, tanto técnicos como humanos.
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(1) https://www.facebook.com/groups/bernalvivo/
(2) El Licenciado Navarro es Geólogo del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) con sede en la ciudad de San Juan. Al mismo se agradece el dato mencionado y la información referente al sismo de Santa Rosa (Provincia de La Pampa, Argentina)
(3) Puede interpretarse el término como sismos posteriores, o réplicas.
(4) La denominación de `margen pasivo´ fue acuñada originalmente para hacer referencia al margen o borde `de fuga´ de los continentes que se estaban separando. Se usaba (y se usa) la misma, por considerar en aquellos primeros estudios que estas porciones continentales carecían de actividad tectónica de importancia. En realidad su actividad tectónica (y sísmica) no tiene la recurrente espectacularidad que tienen los bordes o márgenes continentales de avance en su deriva (por contrario sensu denominados bordes o márgenes activos), desencadenando periódicos terremotos catastróficos como los de Chile, Perú, Ecuador, y aún los de la provincia de San Juan en Argentina. O los terremotos sobre márgenes de dos placas que no chocan entre si, sino que se deslizan una junto a la otra en sentidos opuestos a lo largo de una falla transformante, como es el caso de los sismos que se producen sobre la famosa falla de San Andrés en California (EUA.) Pero de todos modos cada vez se encuentran más evidencias de que su actividad tectónica, y por ende su actividad sísmica es importante y debe considerarse seriamente. Por lo tanto ya es inadecuada la denominación de `margen pasivo´ y quizá sería importante buscar otra más adecuada a los nuevos conocimientos tectónicos y sismológicos.
(5) El término `rifting´ deriva del término inglés `rift´, que significa grieta, o hendidura. El mismo se usa en referencia a los grandes episodios de resquebrajamiento de la corteza terrestre que dieron lugar a la formación de distintos océanos y continentes a lo largo de la historia geológica del planeta. El último episodio de `rifting´ fue el que resquebrajó al último y único super-continente que existió sobre la tierra, conocido con el nombre de Pangea, que significa algo así como "todos los continentes", o "toda la tierra", por agrupar en un solo cuerpo a todas las tierras emergidas existentes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CITADAS EN EL TEXTO
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Basham, P. W., 1989: Earth Science Issues of Seismic Hazards Assesment in Eastern North America. En: Jacob and C. J. Turkstra (Eds.); ¨Earthquake Hazards and the Design of Constructed Facilities In the Eastern United States.¨ Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 558. 1-10.
Coppersmith, K. J., A. C. Johnston y W. J. Arabasz, 1987: Methods for Assessing Maximum Earthquakes in the Central and Eastern United States. EPRI Research Project 2556-2. Working Report. Electric Power Research Institute. Palo Alto, CA.
González, M. A., 1995. Diagnóstico Ambiental de la Provincia de Buenos Aires. Tomo I. Ediciones del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
González, M. A. 1997. Diagnóstico Ambiental de la Provincia de Buenos Aires. Tomo II. Ediciones del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Jacob, K. H. y C. J. Turkstra (Editores), 1989: Earthquake Hazards and design of constructed facilities in the eastern United States. Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York. Volumen 558. 543p.
Ketter, R. L., 1989: Opening Remarks. En: K. H. Jacob and C. J. Turkstra (Eds.); ¨Earthquake Hazards and the Design of Constructed Facilities In the Eastern United States.¨ Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 558.
Seeber, L y J. G. Armbruster, 1989: Low-Displacement Seismogenic Faults and Nonstationary Seismicity in the Eastern United States. En: Jacob and C. J. Turkstra (Eds.); ¨Earthquake Hazards and the Design of Constructed Facilities In the Eastern United States.¨ Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 558, 21-39.
Urien, C. M., J. J. Zambrano y L. P. Martins, 1981: The basins of southeastern South America (southern Brazil, Uruguay and eastern Argentina) including the Malvines Plateu and southern South Atlantic paleogeographic evolution. En: W. Volkheimer y E. A. Musacchio (Eds.), Cuencas sedimentarias del Jurásico y Cretácico de América del Sur, Vol. 1, 45-126. Contribución del Comité Sudamericano del Jurásico y Cretácico al 2o. Congreso Latinoamericano de Paleontología, Porto Alegre, 1981. Buenos Aires.
Volponi, F. y E. P. Aparicio, 1967: La actividad sísmica en regiones mesosísmicas del territorio Argentino. El Terremoto de Santa Rosa, La Pampa, del 28 de Octubre de 1965. Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo 184, entregas 3 y 4.
YRIGOYEN, M.R., 1975: Geología del subsuelo y plataforma continental. En: 6o. Congr. Geol. Arg., Relatorio, 139-168. Buenos Aires.
Zoback, M. D. y M. L. Zoback, 1989: In -Situ Stress. Crustal Strain, and Seismic Hazard Assesment in Eastern North America. En: Jacob and C. J. Turkstra (Eds.); ¨Earthquake Hazards and the Design of Constructed Facilities In the Eastern United States.¨ Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 558, 54-65.
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