Por Carlos Eduardo González | Redacción Alpinismonline Magazine
De repente ese estruendo opaco, ensordecedor, que hace clavar la mirada hacia arriba, buscando el sitio, el lugar preciso, e intentando trasmitir al propio músculo la orden exacta para que se active lo más rápido posible, y poder razonar en tan solo unas décimas de segundo, cuál será la opción más apropiada, quizás, la salvadora. Esto diríamos, sucede en el mejor de los casos. Probablemente ni siquiera haya tiempo para eso.
Después esos ojos azules. Los mismos que trasmiten todo en un instante. Un segundo. Una mirada que va perdurar por toda una vida. Una mirada llena de montaña. Llena de sueños inconclusos.
Hay un payaso por allí que está escalando el Lhotse en zapatillas de correr. Qué curioso, le puso unos clavos especiales la suela, como el mismo diría, para subir mucho más rápido que con las botas. Imaginen quién era.
Siempre que veas algún loco rondando por la montaña, haciendo cosas que no te imaginabas que alguien podía hacer, tómalo con calma. Simplemente detente y contempla, admíralo, estas presenciando una leyenda. Esto sucede así siempre. Solo contémplalo. No lo critiques porque hace algo fuera de lo común. Solo piensa un instante si tu serías capaz de hacer lo mismo.
Corre entonces el año 58. Estamos en Urales rusos, allí comienza la historia, que luego seguiría en Kazajstán al caer la Unión Soviética. Como montañero hizo su nombre en una serie de audaces y rápidos ascensos en el Cáucaso y Tien Shan, mientras ganaba su vida como entrenador de esquí al equipo femenino ruso de esquí de fondo.
A pesar de que más tarde ganó una reputación como escalador individual, su primer gran éxito en el Himalaya fue en 1989, integrando un equipo soviético estrictamente organizado en la tercera montaña más alta del mundo, el Kangchenjunga. La expedición, que recibió poco reconocimiento en Occidente, hizo la primera travesía continua de las cuatro cumbres más altas del ochomil. La travesía.
Debido a las restricciones propias de la expedición -recordamos que estaba organizada por la URSS de aquél entonces, tanto Anatoli como sus compañeros debieron usar oxígeno suplementario, pero en ascensiones posteriores, no volvió a hacer uso del mismo.
Esta posición de no utilizar oxígeno embotellado, incluso al guiar clientes en el Everest, fue objeto de críticas por parte de colegas quienes argumentaban que eso lo hacía menos apto para desempeñar la tarea.
Claro, la labor prestada específicamente en los sucesos del Everest de 1996, donde fue un enorme protagonista, sin lugar a dudas, hicieron ver que esas críticas carecían de total fundamento.
Precisamente Anatoli se convirtió en un personaje fundamental aquél 10 de mayo sobre el collado sur, cuando ocho escaladores de expediciones comerciales perdieron la vida en lo que se conoce como una de las tragedias más relevantes del Everest. Anatoli por aquel entonces guiaba para Mountain Madness.
Lo importante de Boukreev no fueron los logros, es mas ni siquiera tiene sentido mencionarlos, se los dejo para las estadísticas. Lo importante es como el supo tratar y moverse en la montaña. Como pocos, como aquellos que quedan por siempre en el pensamiento y que uno regresa a la vida en su imaginación y entonces la deja volar y dice: que cosas hubiese hecho de no haber existido aquél fatídico día ...
Pero la realidad golpea de otra manera. Ese día existió y por eso estamos ahora hablando de él de esta manera. De no haber existido, estaríamos hablando de forma distinta, como hablamos de muchos grandes que han desplegado su actividad entre las rocas y el hielo.
Nos transportamos en el tiempo, después de la tragedia y lo vemos ahora con sandalias y pantalones de chándal, sentado en el hotel Gauri Shankar de Katmandú. Toma uno y otro sorbo de té negro fuerte y habla de su última aventura para escalar el Monte Everest, todavía acosado, atormentado, por los trágicos sucesos acontecidos el año anterior.
"Yo soy entrenador, entrenador de deportistas. Ofrezco mi experiencia para ayudar a un grupo de personas que lleguen a la cumbre, pero ¿soy responsable de si viven o mueren? Yo les aconsejaré cómo llegar a la cumbre, les mostraré cómo, y yo les ayudaré, pero no puedo ser responsable de su seguridad."
Luego, lo vemos caminando por las calles polvorientas de Thamel cerca del Pumpernickel, la panadería local barata y siempre llena de gente que se ha convertido en una de las favoritas de los viajeros de Kathmandu. Sorprende verlo, es uno de esos personajes que uno sabe que va hacer historia, que está haciendo historia. Y lo tenes que contemplar. Que disfrutar.
Y estaba allí, en Kathmandú. Cuando finalmente caminaba desde el Hotel Manang, pasando por una calle atestada de perros mestizos durmiendo, vacas ambulantes y montones de basura, hasta el Gauri Shankar, donde residía.
Sus ojos parecían hablar por sí mismo. Esa mirada que encerraba tanta y tanta montaña. Entonces, cuando se le preguntaba sobre la tragedia del año anterior, además de insistir con el hecho que era un entrenador de montañistas, finalizaba abruptamente la conversación de manera contundente: "Escalar es lo que hago", se encoge de hombros. "Tengo la oportunidad, así que ahora tal vez voy a hacer esto. Voy a ver."
Pero antes de ir a ver, nos dejó este testimonio maravilloso:
"El año pasado fui duramente criticado -y sigo siéndolo- a pesar que hice un enorme esfuerzo para rescatar a la gente en el Everest. Fue muy difícil. Por un lado algunos dicen que fui un héroe, pero por otro muchos piensan que cometí errores. Los mejores y experimentados guias murieron ese día. Rob Hall, que hizo su quinto ascenso al Everest, murió junto con sus clientes. El era el responsable. Responsable de personas mas débiles quienes también murieron. La tormenta cortó la vida de las personas, sin distinguir si eran fuertes o débiles. Cuando se desató, los escaladores perdieron la capacidad de orientarse hacia abajo de la montaña, permanecieron arriba, y eso fue letal. Durante esa tragedia rescaté a tres personas, pero no he usado oxígeno suplementario. Me culpan por eso. Pero yo estaba en perfectas condiciones para no usarlo. Había subido el Manaslu tan solo dos meses antes de aquella expedición y estaba perfectamente aclimatado. Scott Fischer, a quien considero el mejor alpinista americano, también perdió la vida ese día. Esas fueron las condiciones en que yo trabajé. Hice lo que pude, rescaté a clientes, tomé decisiones no triviales, que iban en contra de la opinión de escaladores conservadores. Hice todo por mi cuenta, de manera diferente y eso me ayudo a sobrevivir y salvar a otros"
Y luego, los ojos que dicen todo, el último suspiro por detrás de la montaña:
Anatoly Boukreev y Simone Moro, en aquél diciembre de 1997, unos días antes de la tragedia que se llevó al gran espíritu de los ojos azules.
"Por encima de mi había una terrorífica y gigantesca cornisa de nieve y hielo que se desplegaba como una ola de mar. La muerte colgaba justo encima de nuestras cabezas. Estabamos a 6300m. No había otra opción y tenía que esperar donde estaba. Rápidamente até la cuerda a dos tornillos de hielo que puse en la pared. Anatoli comenzó su ascenso jumareando. Dimitri salió de su refugio bajo la roca y comenzó también a ascender.
...Una fracción de segundo más tarde, un rugido ensordecedor anunciaba el fin de la gigantesca cornisa y con ello el fin de nuestras vidas.
¡Anatoli!
Ese grito desesperado fue todo lo que pude hacer antes de que la explosión de hielo y roca comenzase a caer sobre mí. Tuve el tiempo justo de girarme hacia él y aún recuerdo sus ojos. No sé como, pero a pesar de los cientos de metros que nos separaban puedo recordar la expresión de su mirada como si hubiera estado justo delante de mí.
Es difícil poner en palabras lo que esos ojos azules me dijeron. Si tuviera que interpretar esa mirada, esa última mirada de Toli, creo que mostraría una mezcla de miedo y de determinación.
No recuerdo aquella fracción de segundo como el colmo de la desesperación. De hecho, Anatoli comenzó a moverse como siguiendo un guion familiar y bien ensayado. No se resignaba pasivamente a lo que estaba sucediendo, luchaba por aplazar la última escena de la película. Esa película en la que todos, algún día, jugaremos un papel como protagonistas.
Anatoli comenzó una travesía hacia un lado tratando de salir de aquella masa diabólica que apuntaba directamente a nosotros como un misil. Luego me sentí arrancado de la pared por una fuerza indescriptible y empecé a caer a una velocidad descomunal.
Puedo recordar la totalidad de esa larga caída, y todavía recuerdo que cuando por fin me detuve me encontraba sentado, y todo a mi alrededor estaba silencioso como una tumba. Vi mi reloj y mi altímetro. Eran las 12.36 del día de Navidad y la altitud señalada eran ahora 5500m.
Acababa de perder a dos amigos y mis posibilidades de supervivencia eran prácticamente cero. Nadie sabía dónde nos encontrábamos porque estábamos abriendo una nueva ruta. No había nadie en el campo base.
Así comenzó la gran batalla por mi supervivencia, y aunque todo estuviera en mi contra, me lancé sin dudar a jugar mis últimas y desesperadas cartas."
Y otra vez, en el relato de Simone Moro sobre el trágico final, vuelve la mirada de esos ojos azules. Nadie mejor que Simone, el único testigo del final de su vida para describirlos.
Y nos queda para el final a la Diosa de las Cosechas. Otra vez la Diosa. Protagonista fundamental de la historia del montañismo mundial, que ha guardado para sí misma a tantos grandes precursores. En fin. Que podemos decir. Ella hace su trabajo, la montaña tiene su propio orgullo y estas almas, estos espíritus de los cuales se nutre, son la que la hacen aún mas grande.
Un capítulo importante del montañismo mundial, guarda una mención para el Annapurna y aquél espíritu de los ojos azules.
Una mirada y todo lo que esos ojos azules trasmiten, se los dejo a ustedes.
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Entrega 3 de 5 : En el otro extremo de Rusia junto al Mar de Japón, la gran ciudad del oriente Ruso se levanta cobijando la otra cabecera del ferrocarril Transiberiano, a más de 9000 kilómetros de Moscú.
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Entrega 5 de 5 : La gran capital del lejano oriente abre las puertas al Trans Mongolian. Una ciudad milenaria cierra esta historia de un ferrocarril que atraviesa las entrañas de un mundo milenario. Recorrimos más de ochomil kilómetros desde Moscu. El mejor cierre para el ferrocarril más largo y legendario del mundo.
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