Una temporada sin pena ni gloria

Foto de portada: Garret Madison, desde la cumbre del Everest. Madison Mountaineering uno de los equipos más sólidos de la temporada (Foto cortesía Madison Mountaineering)

¿Qué nos ha quedado de esta temporada Himalaya que acaba de finalizar? ¿Qué balance podemos hacer? Pues la repuesta a estas dos preguntas, es muy simple: Nada, para la primera; algunas cosas positivas, para la segunda, aunque parezca sorprendente.

Ya desde un comienzo teníamos muy pocos objetivos tentadores en los cuales poner la atención. Sobraban los dedos de una mano para contabilizarlos. Lo importante, es que ninguno de ellos llegó a concretarse.

Y cuando hablo de objetivos tentadores, solo me voy a enfocar en nuevas vías en ocho miles, algunas repeticiones interesantes, y nada más que eso. Lo de las vías en ocho miles estaba focalizado en el Dhaulagiri, montaña que finalmente, más allá de cargarse de nieve, se cargó, ante todo, de Covid, que, sin lugar a dudas, era el candidato a ser protagonista de una temporada, en la cual, fue el único que cumplió con lo que previamente había prometido.

Pero antes de todo estuvo el Annapurna, allá a mediados de Abril, que fue la montaña «estrella» de esta temporada, como en 2019 lo había sido el Kangchenjunga. Algo que se viene repitiendo en los últimos años. Parece como que muchos se focalizan en un ocho mil, y allí van todos, en masa, apadrinados como no podía ser de otra manera por Seven Summits Treks. Hasta allí bien, solo más de lo mismo, sin nada que destacar.

Quizás lo destacable vino por el lado del Dhaula, con los rumanos Horia Colibasanu y Marius Gane, que junto al inseparable Peter Hamor, iban por el sin oxígeno, al ocho mil que viene ya siendo bastante esquivo para el trio, y muy en especial para el queridísimo Carlos Soria, que fue por enésima vez (mil disculpas, he perdido la cuenta) a una montaña que le sigue cerrando el camino consistentemente. Carlos va al Dhaula con una templanza digna de destacar, cualquier otro en su lugar, ya hubiese pateado el tablero hace tiempo, pero él no tiene nada que perder, y seguirá insistiendo seguramente, hasta que también seguramente, algún día lo logrará, en honor a esa perseverancia.

Otro envío que de antemano hizo abrir los ojos, fue el de los ecuatorianos Carla Perez y Topo Mena, que lamentablemente no tuvo la más mínima posibilidad de evolucionar. Luego, el mismo Jonatan García intentó sumarse a la dupla, quizás -como lo manifestó- sintiéndose como sapo de otro pozo, en un hábitat que no le era para nada favorable.

Pero un buen día llegó, junto a algunos escaladores que cayeron al campo base en helicóptero, en tan mencionado invitado de lujo, el COVID, y allí la autoridad no tuvo más remedio que hacerlos bajar a todos y dar vuelta la página. Nos vamos al Everest ahora.

Luego de una temprana cumbre por parte del equipo de fijación, algunos «viejos baluartes«, como por ejemplo Ascent Himalayas, pusieron a todos sus clientes en lo más alto del mundo, sin pena ni gloria, entre ellos, un argentino, Javier Remón, uno de los representantes de esta parte del mundo, que pudo lograr el objetivo, luego igualado por un impresionante empuje de un equipo brasileño, guiado por el experimentado Carlos Santalena, que los dejó en el C4 y encaró para el Lhotse, coronando una brillante faena.Fueron cumbre en el Everest Aretha Duarte, Alex Cruz, Leonardo Silverio, Gabriel Tarso y Gustavo Ziller, uno de los empujes más destacados de esta temporada.

Más allá de los tradicionales envíos de Mingma Gyalje o el mismo Nirmal que sorprendió a todos con un empuje tardío, alcanzando también la cumbre con su gente, para sorpresa de quién escribe, que pensó que todo estaba ya terminado de antemano.

Una expedicionaria muy destacable, en especial por su humildad y fortaleza, que no tuvo suerte por obra y gracia de su operador, fue la escaladora salvadoreña Alfa Karina Arrué, que logró alcanzar el C4 bajo condiciones extremas de vientos, los cuales -aparentemente- dieron cuenta de gran parte del equipo de Lotus Himalaya. La salvadoreña debió desistir de su intento, pero dejando un precioso sabor a victoria, por haber alcanzado los ocho mil metros, en esas condiciones, lo que destaca aquellos dos valores que mencionamos: fortaleza y muy por sobre todo, humildad, sin hacer alarde de su logro, como suele suceder en muchos de los ejemplos que nos ha tocado ver en la temporada.

Pero dijimos que el gran protagonista del Everest fue el COVID. Eso estaba claro para la mayoría de los informadores extranjeros, menos para los medios locales, que, en una primera instancia, ignoraban completamente todo lo referente a la pandemia en el campo base, cuando ya estaba en boca de todos, el hecho de contagios en varios de los equipos.

Y dijimos en una primera instancia, porque el hecho disparador fue la deserción de todo el equipo de Furtenbach Adventures, por no poder garantizar un empuje seguro, libre de brotes de COVID. Luego de ello, algunos medios locales empezaron tibiamente a reconocer los problemas en el campo base.

Quienes nunca lo reconocieron fueron los propios operadores locales, o al menos los más fuertes, los más importantes, inclusive se encargaron de negarlo en las propias redes sociales. Revisen los posteos, todo está allí.

En nuestro caso, en sucesivas notas lo estuvimos manifestando, recabando la información dejada en las redes por los escaladores internacionales. Esto nos costó, alguna que otra enemistad con algún que otro operador local, que quizás se sintió molesto por nuestra puesta en escena de la realidad. Es una pena, pero ante todo, como corresponde, debemos estar del lado de la información precisa, certera, y veraz.

¿Qué es lo bueno que ha sucedido, tal lo manifestamos en el primer párrafo de esta nota? Que ha disminuido el número de víctimas, como venía sucediéndose proporcionalmente a las cumbres obtenidas, en las últimas temporadas.

¿De qué habla eso? De que la seguridad viene en franco aumento, a pesar de las apariencias. Todo esto está sustentado en números, en las estadísticas. En esta temporada fueron cuatro. Contra los 11 del pasado 2019, aunque, esto de ninguna manera podrá ser un consuelo para las familias de los infortunados escaladores.

Y después tenemos el enorme despliegue de escaladores de redes sociales, empujados por sus seguidores en el infalible camino hacia la cumbre, que terminan rasgándose las vestiduras e intentando encontrar algún responsable, cuando esa cumbre no se cruza en su camino, encontrando quizás al COVID, como el más perfecto chivo expiatorio, responsable de sus propias limitaciones, dependiendo de las bondades de sus sherpas, para poder completar un eslabón más en esa cadena de catorce eslabones, todos muy pintorescos, pero absolutamente faltos de imaginación. Para algunos escaladores o escaladoras, los ochomiles se han convertido en la perfecta pasarela hacia la exposición, pero no hacia las ideas innovadoras.

Cerramos con muy poco, casi nada. Ni siquiera un intento de Kilian y Gottler que nos mantuvo en vilo hasta último momento.

Cerramos con una reflexión que nos dice ya con el diario del lunes, que quizás la temporada, nunca debió realizarse. Cerramos con un enorme grupo de escaladores que vienen regresando de sus intentos, y que se han encontrado sin la posibilidad de poder volver como quisieran a sus casas, por todo este caprichoso despliegue de pandemia, en un país, que no tuvo la iniciativa, por cuestiones comerciales lógicamente, de haber bajado la persiana, como si lo hizo China, como sí lo hicieron varios de los equipos internacionales que comprendieron que todo esto no era más que una locura, que las vidas y la seguridad están ante todo.

Cerramos con un silencioso homenaje a los cuatro escaladores que nos dejaron, recordando sus nombres, que no debieron estar escritos, si esta temporada, como marcaba la lógica, no hubiese existido.

 

Wong Dorchi Sherpa (Nepal), Everest, 23 de mayo

Pemba Tashi Sherpa (Nepal), Everest, 18 de mayo

Abdul Waraich (Suiza), Everest, 12 de mayo

 Puwei Liu (USA), Everest, 12 de mayo

 

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