Primera Expedición Femenil Latinoamericana

El monte McKinley la montaña más alta de América del norte, con una altitud de 6,190msnm localizado en la parte central de Alaska, a pesar de no ser de las más altas del mundo, escalarla siempre representa un gran reto -a nivel del Himalaya- debido a sus bajas temperaturas y climatología poco predecible a causa de su cercanía con el círculo polar ártico.

Su nombre original es Denali, que significa «La más grandiosa» esto en el dialecto de los pobladores nativos Atabascos, sin embargo, fue re-bautizada en 1896 como Monte McKinley, el nombre de un importante político del Partido Republicano que en esas fechas había sido propuesto como candidato a la presidencia, pero nuevamente en 2015 Barak Obama anunció que el nombre «Denali» sería restituido.

Después de varias expediciones a esta montaña sin éxito, su ascenso hasta la cumbre se registra formalmente en junio de 1913 por el equipo liderado por Hudson Stuck.

En 1989 un grupo de mujeres chilenas se lanzan por un gran reto, ser la primera expedición femenil, Chilena y Latinoamericana en intentar alcanzar la cumbre del Denali. Hoy tuve la oportunidad de platicar con María Eugenia Tejos Pugin (Mauge), una de las protagonistas de esta gran hazaña y una gran amiga que conozco desde hace ya 20 años, cuando hice mi primera expedición fuera de México, ella me apoyó con alojamiento y grandes consejos de montaña para superar este reto.

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Para Mauge la montaña siempre ha estado en su ADN, su familia materna es Suiza y su abuelo visitaba frecuentemente la Cordillera central de Chile, su madre y su tía los llevaban de paseo por la cordillera desde que eran muy pequeños y ya siendo unos jóvenes visitaban esos parajes por más días. Su inicio más formal fue haciendo excursionismo, y dice, que conforme fue practicando y aprendiendo más, aumentaron las ganas de hacer cosas distintas, iba descubriendo que el mundo es mucho más lindo, mucho más grande y que desde que el hombre es hombre siempre ha intentado llegar a la cima de las montañas. Mauge se unió al Club Andino Águila Azul del cual es socia activa desde hace 42 años, ocupó cargos directivos en el club y en la Federación de Andinismo de Chile, durante el tiempo en que fue directora organizó muchas actividades deportivas como expediciones al Aconcagua y muchas cumbres al norte de Chile, hasta que llegó la oportunidad de ir al McKinley.

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La expedición estaba conformada por 5 chicas: María Eugenia Tejos Pugin, Julia Meza Ramirez(+), Rita Monsalves Gamboa, Lidia Gonzalez Vega y Paola Zilleruelo Stuardo; la preparación de esta expedición tomó dos años, desde la búsqueda del financiamiento hasta la preparación física y técnica, que teniendo tan a la mano los Andes buscaron montañas donde podían replicar -en lo posible- las condiciones que tendrían -como por ejemplo las prácticas de escalada en hielo-.

Partieron de Chile el 1 de junio y estarían en la montaña aproximadamente 20 días, de los cuales la mayor parte de ellos fueron con una meteorología poco favorable, visibilidad casi nula durante todo su ascenso, con riesgos altos por las grietas ocultas, el agotamiento se empezó a hacer evidente después de ocho días de progresión sin descanso para poder llegar al campamento 2 (4300m de altitud), llamado campo Médico, fue un recorrido muy duro con pendientes muy fuertes donde el arrastrar los trineos complicaban cada vez más la marcha y el descanso era prácticamente imposible, un gran alivio fue que después de esta tortuosa jornada se observó al fondo la zona para colocar las tiendas y poder descansar (2 días de descanso) y recuperarse para la segunda parte del ascenso -el más duro y complicado-. La siguiente dificultad fue librar 600m de desnivel para llegar al collado previo a la arista «West Buttres»; se trata de una pared de nieve con entre 45° y 50° de inclinación que debe ser equipada con cuerdas fijas y que hay que tomar con mucha tranquilidad, les tomó 6 largas horas. La arista West Buttres, es una arista muy aérea, cortada de tajo por 2000m de cada lado lo que la hace muy expuesta al viento y con esto también muy peligrosa, sin embargo, por espacio de sólo un par de horas recibieron el regalo de impresionantes paisajes. Pasaron 8 horas de la parte más difícil llegaron al campamento alto (5,200m), avanzando soportando vientos de alrededor de 100km/hr, con mal clima y sin visibilidad alguna, instalaron su tienda y cortaron bloques de hielo para crear una barrera y protegerse del viento, las condiciones del terreno hicieron que quedaran alejadas unas de otras; en este campamento alto, debido al clima -con temperaturas por debajo de los -40°C-, tuvieron que esperar dos días para poder continuar con el ascenso hacia el «Denali pass» (aprox. 5,550m) y de ahí alcanzar la cumbre, las condiciones en la montaña en ese momento parecían excelentes, pero, había unas nubes detrás de la montaña que fueron avanzando y que levantaba el tan temido viento blanco en la parte superior, los vientos alcanzaban los 120 km/hr con temperaturas entre los 38° y 40° bajo cero; superando el Denali pass continuaron con su ascenso a la cumbre norte (6,124msnm) después de varias horas con un clima «regular» alcanzaron la cumbre siendo asi las primeras mujeres latinoamericanas (chilenas) en superar este duro reto y descendieron nuevamente al Denali pass con la intensión de subir a la cumbre sur, pero a los 6,100m (faltando únicamente 94m para llegar a la cumbre sur) nuevamente las alcanzó la tormenta lo que lamentablemente las obligó a descender.

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Mauge nos comenta sobre su descenso, «Fue bastante caótico para nosotras, al cansancio y tensión del ascenso se sumó la desolación que había causado el temporal, encontrar que los lugares donde habíamos dejado almacenamiento (equipo, ropa, alimento, combustible, etc.) habían sido arrasados por avalanchas; la huella estaba desaparecida pero afortunadamente si estaban visibles las banderolas rojas que señalaban el camino, lo que nos permitió seguir la ruta correcta. En medio de ese «MAR» de nieve fresca y casi nula visibilidad, al tercer día se abrió un claro frente a una carpa instalada en una hondonada, consultamos a sus habitantes si no les molestaba que instalaramos la nuestra en el mismo lugar, el cansancio era extremo así que sólo levantamos una carpa, con capacidad para dos y nos metimos las cinco, estabamos al borde de nuestras fuerzas, empapadas, sin combustible y llevabamos 2 o 3 días sin consumir alimento caliente ni agua; ya estabamos en pensando quitarnos la ropa exprimirla y volverla a poner (no teníamos nada seco) cuando apareció una de las chicas de la carpa del lado  (Rumana) y nos dijo que teníamos que llevarnos a un hombre que estaba con ellas, porque sus compañeros (una expedición Griega) lo habían dejado con una infección dental para que regresara solo al campo base, y ellas ya no lo querían más en su carpa, asi pues que bajara con ellas.

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¿QUÉ HACER? ACOGERLO…… era un hombre grande y fuerte de unos 28 a 30 años, ocupo un cuarto de la tienda, ellas estabamos desconcertadas y empapadas, y nos preguntabamos «con este visitante ¿cómo nos secamos?», una de las chicas (la más recatada del grupo) dijo «a este tipo no lo vamos a ver nunca más, así pues, yo me quito la ropa y la exprimo» lo dijo y se hizo; conclusión: 5 mujeres desnudas con un griego medio muerto de fiebre, que se acomodó como pudo y calladito. Paso la noche, siguieron bajando llegamos a Talkettna, y él muy agradecido nos repetía que le habíamos salvado la vida, porque las chicas rumanas tenían de todo, pero no le dieron ni siquiera un té, y nos rogaba que no contaramos a nadie lo sucedido porque si sus compañeros se enteraban que había estado con 5 mujeres desnudas lo molestarían por siempre.«

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Se terminó la expedición, volvieron asu patria, paso un año y un día estando en el Club tocan la puerta y adivinen que…  el chico griego, el mismo que no volverían a ver en la vida y les dijo: «Tenía que venir a verlas y agradecer en persona por haberme salvado la vida«, ahh y ¡volvió al año siguiente!

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Como nos comentó, ese descenso fue muy caótico, 4 o 5 días sin combustible por lo tanto sin líquido y nada caliente, con una temperatura de entre 40 y 45 bajo cero, cerca del campamento base encontraron otras expediciones, ninguna ofreció un poco de agua…. pero cuando ya se divisaba el campamento base salieron a su encuentro dos montañeros con termos de té y chocolate, no tenían como agradecer, trataban de hacerlo en inglés, pero no entendían nada -y ellos tampoco-; en un momento hablaron entre ellas en español y todo fue alegría suprema… al fin lograron entenderse, ¡eran Mexicanos!. Eran dos personas que habían ido sólo al campamento base para tener esa experiencia, pero no tenían equipo adecuado, les prestaron sus parkas, y acordaron verse en Talkketna, lamentablemente no fue posible; les dejaron las parkas con una nota, sólo saben que eran dos adultos con el hijo de uno de ellos, un niño de unos 8 o 10 años, se firmaron Juan y JUANITO.

 

Finalmente, Mauge remarca «Ojalá ellos lean esta nota y después de treinta y tantos años podamos saber de ellos«.

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Asi que amigos mexicanos si te llamas Juan y estuviste en el Campamento de McKinley por ahí del mes de junio de 1989, pueden comunicarse conmigo para ponerlos en contacto!

María Eugenia nos deja este comentario ce su aprendizaje de la montaña:

«Ser humilde, solidaria, renunciar en pro del bien común.

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La MONTAÑA es toda una filosofía de vida, nadie es absoluto, aprendí a tener paciencia, saber esperar, confiar y respetar mis capacidades y la de las personas que están conmigo. Darme el tiempo necesario antes de actuar, aceptar opiniones y también errores de otros. Entender que yo no soy infalible y entregar todo mi apoyo a quien lo necesite sin importar nuestras diferencias, en todo sentido y lo más importante reconocere a Dios, sentir que siempre está con nosotros y que nos permite disfrutar de las maravillas que vivimos en la Montaña, bella naturaleza que debemos cuidar con responsabilidad, serenidad, confianza y fe.«

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Gracias Mauge por el tiempo dedicado a compartirme esta gran experiencia de vida, y por tu paciencia para poder escribir un poco de ti.

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