
“Se dio la vuelta, levantó el puño y esperó a que Tom lo alcanzara. Se abrazaron y juntos subieron a la cima. Estaban bastante más allá de las palabras. Eran las 6.15 y la última luz del día se estaba apagando a sus pies, mientras contemplaban todo, desde la cumbre del mundo.“
Autor: Carlos Eduardo González | Redacción Alpinismonline Magazine
Norman Dyhrenfurth nació en Alemania, hijo de los exploradores del Himalaya Günter OskarDyhrenfurth y Hettie Dyhrenfurth. Con su madre judía, después de que los nazis llegaron al poder, emigraron, primero a Austria en 1933, luego dos años más tarde a Suiza, donde se convirtieron en ciudadanos.
En 1936, los padres de Dyhrenfurth recibieron una medalla de oro por alpinismo en los Juegos Olímpicos de Verano de 1936 en Berlín. Norman, nacido el 7 de mayo de 1918, emigró a los Estados Unidos en 1937. Su servicio en el ejército americano le permitió obtener la ciudadanía suiza y estadounidense conjunta.
Dyhrenfurth llamó la atención de la comunidad de montañistas en los Estados Unidos por primera vez en 1939, cuando completó algunas escaladas desafiantes en Grand Tetons.
Participó en la Expedición Suiza al Monte Everest de 1952. En 1960, fue camarógrafo de la expedición suiza a Dhaulagiri, y después de esa escalada, se acercó al gobierno de Nepal para obtener un permiso para una expedición estadounidense para escalar el Monte Everest. Se enteró de que ya se había otorgado un permiso a otro escalador estadounidense, William Hackett. Aunque Dyhrenfurth intentó combinar sus esfuerzos con los de Hackett, esa expedición no logró obtener fondos y nunca se llevó a cabo.
El perseverante Dyhrenfurth, volvió a presentar una solicitud para 1963 y, finalmente, el 10 de mayo de 1961, el tan ansiado permiso finalmente fue concedido. Contrariamente a la creencia popular de que aquella expedición fue la más grande y rica que jamás haya zarpado hacia el Himalaya, y que los montañistas estadounidenses pueden obtener todo el respaldo financiero simplemente haciendo unas pocas llamadas telefónicas, tomó dos años y medio de tiempo completo, asegurar el apoyo necesario de más de trescientos patrocinadores.

El equipo final estaba compuesto por diecinueve estadounidenses, un británico y un oficial de enlace nepalés. En lo que respecta a las expediciones de escalada, era grande, pero, como pensaba Dyhrenfurth, un emprendimiento importante, requería un gran esfuerzo. El equipo de vanguardia arribó a Katmandú a principios de febrero, después de haber peleado y ganado la tradicional batalla con las Aduanas indias y nepalesas para conseguir unas veintisiete toneladas de alimentos y equipo en el país. Todo el grupo finalmente se juntó el 13 de febrero. La sede en Katmandú era el Hotel Royal, propiedad de Boris Lisanevich, quien -según cuenta el propio Norman- puso a disposición todo su complejo hotelero para albergar a la expedición.
Ahora bien, la historia de Boris, merece un párrafo aparte, un alto en el relato, para dedicarnos por un instante a este personaje tan particular. Boris Nikolayevich Lisanevich, era un ucraniano, nacido en 1905 en Odessa, fue bailarín y una importante figura de aquella época, que ayudó a allanar el camino del turismo en Nepal. A los nueve años, Boris ingresó a la Academia de Cadetes de Odessa. En 1924 se trasladó a Francia.
En Montecarlo se casó con una bailarina de ballet llamada Kira Shcherbacheva, que murió poco tiempo después. Esto eventualmente lo llevaría a bailar con los Ballets Russes de Diaghilev hasta 1929. Luego, Boris se fue a Sudamérica y continuó bailando, incluso en Londres, Milán y varias ciudades de Europa.
No se sabe con certeza si Boris fue un emisario diplomático o contribuyó a restaurar la dinastía Shah, pero su papel como padre del turismo en Nepal es indudablemente merecido. Boris llegó a Nepal en 1951, y cambió para siempre la forma en que los extranjeros veían este país. En aquel año, se estableció en Nepal. Allí abrió el primer hotel del país, The Hotel Royal con el Yak and Yeti Bar, en un Rana Palace reformado con el príncipe Basundhara como socio comercial.
Como dice Adhikari: «En la década de 1950, la gente en el extranjero sólo sabía dos cosas sobre Nepal: el monte Everest y Boris». El primer hotel internacional de Katmandú, el Royal, que incluía el pronto famoso Restaurante Chimney, fue donde Boris mostró su legendaria hospitalidad y habilidades culinarias.

Aun así, a pesar del nuevo establecimiento, pocos turistas viajaban a Nepal. Las visas eran difíciles de obtener y el gobierno las limitaba. Boris estaba decidido a cambiar esto. Convenció a un grupo de veinte turistas de Calcuta, en su mayoría mujeres, para que fueran a Nepal en 1955 y luego procedió a tener una acalorada discusión con el Rey Mahendra sobre la concesión de una visa de quince días. Finalmente, el rey cedió, llegaron los invitados y Boris realizó la primera exhibición de artesanías del país en su hotel.
Boris era un espectáculo familiar en las calles de Katmandú: rostro enrojecido y alegre con sus típicas camisas de manga corta, pantalones y puro. Crecer con él fue similar a llevar una vida real. Como recuerda con cariño Alexander: «Vivíamos en un gran palacio de estilo europeo, con aleyas y muchos animales, desde tigres hasta ciervos. Era muy grandioso, incluso cuando íbamos a la escuela en St Xaviers en Jawalakhel, solíamos ir a caballo.”
Una vez que el Royal Hotel cerró en 1969, abrió el restaurante Yak and Yeti en Lal Durbar con otro socio comercial, quien luego fundó y estableció el Hotel Yak and Yeti, activo en la actualidad. Boris dirigía el restaurante «The Chimney Room» en el hotel recién establecido, que lleva el nombre que inventó Boris. Lisanevich falleció el 20 de octubre de 1985, y sus restos descansan en el cementerio de la embajada británica en Katmandú.

Una historia muy particular de un personaje importante, que tuvo gran relevancia en lo que fue y es actualmente, el turismo de Nepal. Su participación en la expedición norteamericana de 1963 fue fundamental. Y eso Boris lo sabía, de allí que puso a disposición de los expedicionarios las instalaciones de su hotel.
Al equipo original se le unieron 32 sherpas seleccionados exclusivamente por Dyhrenfurth y Jimmy Roberts, otro de los destacados integrantes del grupo.
El teniente coronel James Owen Merion Roberts (Jimmy Roberts) fue uno de los más grandes montañistas-exploradores del Himalaya del siglo XX; un oficial del ejército británico altamente condecorado que alcanzó su mayor renombre como «el padre del trekking» en Nepal. Sus actividades exploratorias son comparables a las de Eric Shipton y Bill Tilman.
Nació en Gujarat, India, el 21 de septiembre de 1916. Su primera gran expedición fue el intento dirigido por J. Waller en 1938 al Masherbrum, que finalmente no tuvo éxito. Trató de unirse a la expedición al Everest posterior al monzón de 1939 dirigida por Bill Tilman, pero el intento fue cancelado. Ese año, registró el primero de sus muchos primeros ascensos, el de Guan Nelda, 6303 metros (ahora llamado Chau Chau Kang Nilda) en el Spiti Himalaya. El ascenso fue notable por algo que fue su costumbre de allí en más: subió sin ningún otro «sahib» como compañía, acompañado solo por sus Gurkhas. Luego, fue seleccionado para la fallida expedición al Everest de 1940, que no llegó a llevarse a cabo, hasta que, finalizada la gran guerra, volvió con todo a la actividad de montaña.
En 1946 realizó el reconocimiento del macizo Saser Kangri y varios primeros ascensos. Su informe de reconocimiento fue la base sobre la cual la exitosa expedición india de 1973, realizada por miembros de la Policía Fronteriza Indo-Tibetana, al Saser Kangri de 7672 metros, la montaña más alta de las Saser Muztagh, la parte más oriental de la cordillera de Karakoram.
El Saser Kangri se ubica dentro de Jammu y Cachemira al norte de la India. Roberts optó por un cambio de ruta de aproximación de oeste a este que resultó ser la clave del éxito.

El segundo primer ascenso importante de Roberts fue el ascenso en 1941 del pico de 6431 metros llamado localmente Dharmsura en el glaciar Tos de Kullu Himalaya. Lo llamó Vela Blanca. El capítulo más importante en la carrera de montaña de Roberts arrancó en realidad en 1950, cuando se lo invitó a unirse al equipo de Bill Tilman al macizo del Annapurna.
La expedición estaba «mal organizada y mal dirigida» y no pudo escalar ni siquiera el Annapurna IV, pero Roberts vio mucho del paisaje montañoso nepalí, y aprendió otro tanto. El valle de Pokhara llegó como un descubrimiento elíseo para Roberts. El mismo año fue testigo del primer ascenso a un ocho mil, por parte de los franceses, en el Annapurna I. Roberts esperaba ser invitado a unirse al equipo del Everest de 1953, pero sus esperanzas se cumplieron de una manera decepcionante ya que le pidieron que organizara el transporte de cilindros de oxígeno al campo base. Jimmy exploró tres valles al sur y suroeste del Everest, haciendo el primer ascenso del Mera Peak el 20 de mayo de 1953 junto a Sen Tensing.
En 1957 fue Líder de la expedición a Machapuchare el único intento registrado oficialmente. El 2 de junio, el equipo de cumbre, compuesto por Wilfrid Noyse y David Cox, se detuvo a unos 50 metros por debajo de la cumbre norte. Habían prometido no poner pie en la cumbre. Desde entonces ha sido considerado sagrado y prohibido a los escaladores. No obstante, se cree que Bill Denz, (neocelandés, fallecido en el Makalu en 1983 a la edad de 32 años) la escaló de manera ilegal en 1980.
Jimmy Roberts, oficial de transporte de esta expedición norteamericana al Everest de 1963, falleció en Pokhara el 1 de noviembre de 1997 a la edad de 80 años. Fue una de las grandes figuras destacadas en la historia de conquista del Monte Everest.

Arranca la epopeya
Corría mediados de febrero de aquél ahora 1963. Jimmy Roberts se había ido en camión a Banepa con la mayoría de los sherpas y todas las cargas, y el resto de los integrantes del equipo, lo siguieron al día siguiente. Todo el ejército de porteadores estuvo allí en tiempo y forma, y durante casi tres horas desfilaron en interminable procesión, mientras se les asignaban sus cargas y placas de identificación. Gracias al genio organizativo de Jimmy Roberts todo salió a la perfección.
La cifra final fue de 909 cargas, cada una con un peso promedio de 28 kilos. En una sola fila, dobladas bajo sus cargas y correas para la cabeza, el ejército salió del campo en Banepa hacia el sendero, poniéndose en camino hacia la montaña más alta del mundo.
El acercamiento al Everest desde Katmandú era largo y repleto de alternativas. Después de una marcha que no estuvo exenta de incidentes, arribaron a Namche Bazaar el 7 de marzo. Aquí, los Tamang con poca ropa fueron pagados y reemplazados por porteadores de Solu Khumbu.
Dos días después, los expedicionarios, ingresaban al monasterio de Tengboche en medio de una fuerte tormenta de nieve. Mientras que los porteadores fueron enviados de regreso a sus aldeas con instrucciones de regresar la noche del 14 de marzo, los escaladores y sherpas dedicaron su tiempo a clasificar el equipo, así como a hacer caminatas y escaladas para acelerar el proceso de aclimatación.
Aquella noche, el Alto Lama invitó a cenar a los expedicionarios quienes respondieron con donaciones al para el monasterio y, cuando Su Santidad desarrolló un dolor de muelas insoportable, los Dres. Gil Roberts y Dave Dingman acudieron al rescate y sacaron el peor de los cinco dientes infectados.
La noche del 16 se pasó en Pheriche y se llegó a Lobuche en la tarde del día siguiente. Todos los porteadores fueron enviados de regreso a Tengboche, donde Jimmy Roberts y el oficial de enlace, el Capitán Prabakher Shumshere Jung Bahadur Rana (cuyo apodo algo más simple “Noddy” se remonta a la expedición Annapurna II de Jimmy en 1960, se habían quedado con las cargas restantes.
El 18 de marzo, algunos intentaron abrir camino hasta el Campo Base, pero debido a las condiciones adversas de la nieve, hicieron un alto en Gorak Shep, el antiguo Campo del Lago Suizo.
Jimmy llegó el 19 con unos 300 porteadores y la mayor parte del equipo restante, pero varios porteadores no apreciaron la idea de llevar dos pies de nieve y se negaron a ir más allá de Tengboche. Tuvieron que dejarse treinta y ocho cargas, y Tashi, el sherpa más viejo, fue enviado de regreso para reunir a los porteadores y traer el resto.

De los 300 hombres y mujeres que había reclutado Jimmy, solo 170 estaban dispuestos a quedarse en Lobuche. No había nada que hacer más que transportar cargas desde Lobuche al campo base, con un campo intermedio en Gorak Shep.
En la mañana del día 20, una gran parte del grupo se trasladó a Gorak Shep, y el 21 de marzo algunos establecieron el campo base a 5300m, más cerca de la cascada de hielo de Khumbu de lo que cualquier expedición precedente había acampado.
También fue la fecha más temprana de la historia, según las recomendaciones de Lionel Terray y Albert Eggler. Aunque los problemas de transporte aumentaron enormemente por las fuertes nevadas invernales, gracias al talento de Jimmy Roberts y su manera de tratar con los sherpas, nunca se desarrollaron serios cuellos de botella al transportar todas las cargas a la base de la montaña. Esto puso a la expedición unos días por delante del tiempo original.
Cuando se presentó la solicitud al gobierno de Nepal, se pidió permiso para intentar no solo el Everest, sino también Lhotse y Nuptse. Durante la cruzada solitaria en busca de finanzas, la idea de un asalto a tres bandas no carecía de mérito. Pero luego estaba el West Ridge, uno de los grandes desafíos restantes de la montaña.
Algunos de los participantes lo habían estudiado con un interés más que casual en 1952 y 1955, y más de uno de los expedicionarios suizos del 56 lo tuvieron en consideración para su expedición exitosa de aquel año.
Incluso se habló de un grupo suizo-alemán- austriaco que deseaba intentar el West Ridge en 1963. Jimmy Roberts escribió el 1 de agosto de 1962: “Por cierto, el West Ridge da lugar a pensamientos interesantes que tomaría uno cerca de la antigua ruta de la cara norte de antes de la guerra. Durante nuestra sesión de entrenamiento previa a la expedición en Mount Rainier, mencioné el tema de West Ridge y descubrí que había otros que habían pensado en el asunto. Acordamos un reconocimiento del West Shoulder, pero decidimos no discutir nuestros planes con nadie, al menos no por el momento. La decisión final se tomó durante la marcha de aproximación, mientras estábamos acampados en Chaubas. Surgió como resultado de una discusión grupal que anoté en mi diario con cierto detalle”.

Hablaron por entonces con mucha franqueza sobre lo que había estado en la mente de todos los escaladores: el West Ridge, que, si podían lograrlo, sería una de las cosas más importantes del montañismo del Himalaya. Fue interesante ver lo altamente motivado que estaba todo el grupo.
La idea del West Ridge
Comparativamente, había poco interés en el Lhotse y Nuptse, aunque les había explicado que inicialmente, cuando estaban tratando de recaudar fondos, la idea de un “Grand Slam” estadounidense de tres picos tenía su atractivo. Pero para la mayoría de los hombres eso significaba muy poco. El propio Tom Hornbein, puso todas las fichas en el West Ridge, incluso si eso significaba poner en peligro el éxito por completo.
Dyhrenfurth estuvo siempre a favor de hacer un intento serio en West Ridge, o al menos un reconocimiento completo. La idea de hacer los dos intentos iba tomando fuerza sobre la marcha, desplegando el intento principal por el West Ridge y uno alternativo sobre la ruta del collado sur. La factibilidad del West Ridge era por cierto una incógnita, pero no por ello iban a bajar los brazos para el intento.
No obstante, si la cresta era posible, podríamos intentar una travesía haciendo que algunos hombres suban desde el oeste y bajen hacia el Collado Sur, y dos o tal vez cuatro hagan lo mismo a la inversa.
El 22 de marzo, Willi Unsoeld, Jim Whittaker, Lute Jerstad, Nawang Gombu y dos hombres de Solu Khumbu ingresan a la cascada de Hielo y en un duro pero gratificante día de trabajo, establecieron un pasaje hasta la mitad de la cascada, para luego regresar a la base a descansar.
Cortaron escalones, colocaron cuerdas fijas y marcaron la ruta con varitas de sauce. Al día siguiente subió un segundo equipo para mejorar -y continuar la ruta.
Al día siguiente subió un segundo equipo para mejorar ampliar la ruta. Este estaba formado por Jake Breitenbach, Dick Pownall, el Dr. Gil Roberts y los sherpas Ang Perna y Ila Tsering. Aproximadamente a las 14 horas, llegaron al punto del antiguo campamento suizo y británico.
Pownall, Perna y Breitenbach estaban sobre una cuerda; Roberts e Ila Tsering en otra. En plena tarea de superar una pared de roca, se escuchó un ruido ensordecedor y un único pensamiento en común: “Asi que esto es la muerte”. Una gran sección de la pared se derrumbó, enterrando a Jake Breitenbach bajo toneladas de hielo. La muerte fue instantánea.

Se intentó recuperar el cuerpo, pero resultó imposible. Ni Gil Roberts ni Ila Tsering resultaron heridos. Dick Pownall sufrió heridas leves, mientras que Ang Perna, con profundas laceraciones faciales y una conmoción cerebral leve, tuvo que ser llevado al campo base por un equipo de rescate enviado apresuradamente.
Se había producido una tragedia repentina y violenta. Durante los dos días siguientes, mientras intentaban encontrar el camino de regreso a la vida y al propósito, no hubo movimiento de hombres en la Cascada de Hielo. Ese fue el comienzo de la expedición, así, duramente, perdiendo un amigo y un alpinista excepcional, pero, en lo que respecta a las muertes, la de Jake Breitenbach fue limpia y amable, según los propios dichos de Dyhrenfurth.
Teniendo en consideración las experiencias adquiridas en 1952 y 1955, la idea de Dyhrenfurth era tener un campamento regular en la Cascada de Hielo. Después de este incidente, la decisión fue concluyente.
Pero al igual que en 1955, se hizo necesario colocar un vertedero de suministros a unos 5850m. Esto fue hecho el día 6 por Corbet, Dingman, Bishop, Auten y doce sherpas. Mejoraron la ruta, colocaron cuerdas fijas, construyeron puentes de madera a través de las grietas más grandes y colocaron una pequeña tienda en el vertedero solo para uso de emergencia.
Willi Unsoeld, “Big Jim” Whittaker, Lute Jerstad y Nawang Gombu lograron el avance hacia la cima de la cascada de hielo y el campamento I. El último obstáculo fue pared de hielo vertical de 60 metros que atravesaba claramente el glaciar. Tres horas de arduo trabajo con tornillos para hielo, poleas de cuerda y jumar. Allí tuvieron su primera mirada al West Ridge. Gombu confesó más tarde que nunca antes había visto una escalada semejante.
Una vez que la pared fue domesticada, ya estaban listos para instalar un campo a 6500m, el campo II al que llamaron campo base avanzado. Esa noche, Dyhrenfurth, muy entusiasmado por el progreso conseguido, dijo: “Si nuestra salud continúa mejorando y si el clima sigue siendo bueno, podemos escalar el Everest antes del 1 de mayo”.
Bajo ese escenario, se celebró una reunión en el campo base avanzado. Parte de la gente estaba en el campo base, y otra en el avanzado. Allí se decidió ir por dos frentes.
Al West Ridge irían Willi Unsoeld al frente del grupo, seguido por Tom Horbein, Barry Corbet, Dick Emerson, Dave Dingman y Barry Bishop. Por el Collado sur, con Dyhrenfurth al frente, irían Will Siri, Jim Whittaker, Lute Jerstad, Dick Pownall y Gil Roberts. El resto del equipo actuaría en apoyo de cualquiera de las dos rutas.
Un primer reconocimiento de los accesos al West Ridge había llevado a los hombres a medio camino entre la Base Avanzada en los 6500m y el hombro a 7300m. Hasta el momento nadie había visto la cresta de frente, y hubo un acuerdo general de que se necesitaba otro reconocimiento en vigor para determinar si había una ruta factible, y si había sitios posibles para al menos tres, y, preferiblemente cuatro, campamentos entre los 7300m y los 8500m. Sólo entonces se estaría en condiciones de determinar si toda esta idea del West Ridge era viable.
Simultáneamente con los lanzamientos hacia el West Ridge, se reconoció y avanzó por la ruta del Collado Sur: se estableció el Campo III en la primera terraza de la cara del Lhotse a 6980m, y el Campo IV debía estar lo más cerca posible de los 7600m.
Durante los días siguientes se perdió algo de tiempo tratando de seguir la ruta de la expedición india de 1960, bajo la supervisión de Gombu, que fue miembro de ese grupo, señalando el camino.
Los cambios que se habían producido desde entonces eran tales que se encontró impráctica la antigua ruta india y finalmente eligieron una línea de ascenso que siguió de cerca de la ruta de 1955.
Un problema importante era mantenerse al día con los grupos de avanzada y acelerar los traslados a través de la Cascada de Hielo. Según las cifras de Tom Hornbein, cuatro botellas de oxígeno pesaban 24 kilos y, por lo tanto, deberían constituir una carga razonable, mientras que algunos de los sherpas sostenían que era demasiado. Una verificación precisa reveló que cuatro cilindros en realidad pesaban 25.5kg, pero después de algunas quejas iniciales, la mayoría de los hombres cargaban tanto y más.
En la tarde del 13 de abril Willi Unsoeld, Tom Hornbein, Dave Dingman y Barry Bishop regresaron a la Base Avanzada de su segundo reconocimiento del West Ridge. Estaban cansados, pero Dave parecía estar completamente exhausto. Habían llegado a la pirámide rocosa de la cumbre del Everest a los 7650m. Aunque estaban convencidos de que había una ruta, incluso los más optimistas hablaron de logística seria, problemas y una aparente falta de campamentos adecuados. A Dave no le gustó la ruta y pidió ser reasignado al equipo del collado sur. Barry Bishop tenía ciertas dudas sobre las posibilidades de éxito en West Ridge.
Con Willi Unsoeld y Tom Hornbein como el equipo de asalto número uno, sus propias oportunidades para llegar a la cima eran bastante escasas. El 14 de abril, Jim Whittaker, Gombu y dos sherpas lograron establecer el campamento IV a 7590m.
Hasta ese momento, distintos eran los ánimos en ambos equipos. Por un lado, los West-Ridgers estaban algo desanimados, ya que debían posponer por algún tiempo sus aspiraciones, mientras observaban la tarea en la ruta convencional, sin perderle la vista a su objetivo principal.
Los avances sobre la ruta convencional del collado sur eran importantes. En la mañana del día 16, los hombres del Campo IV cruzaron el Lhotse Couloir hacia la Banda Amarilla. Allí encontraron algunas dificultades debido a las condiciones heladas, pero luego pasaron las rocas y continuaron ascendiendo por la empinada cuenca hacia la cresta del espolón de Ginebra. Aunque su tarea asignada era preparar la ruta a través de la banda amarilla con cuerdas fijas y regresar, la ambición se apoderó de ellos y continuaron. Todos en la Base Avanzada observaban con creciente entusiasmo hasta que el espolón de Ginebra, los ocultó de la vista, y todo quedó oculto bajo la incertidumbre.
A última hora de la tarde reaparecieron en su camino hacia abajo, y el siguiente mensaje fue transmitido por la radio hacia el Campo Base: “A las3.30 p.m. del 6 de abril Luther Jerstad, Richard Pownall y los sherpas Nima Tenzing y Chotari llegaron al Collado Sur”. La pared del Lhotse había quedado atrás.
Aquél fue un récord en cuanto a la fecha temprana en que se alcanzó el Collado. Los siguientes diez a doce días se dedicaron a transportar alimentos, oxígeno, tiendas de campaña y equipo al Campamento V en el Collado, antes de que el Campamento VI se establezca a 8470m, en la zona próxima al balcón y como paso previo al intento de cumbre.
Al mismo tiempo, se estaban llevando a cabo los preparativos para el asalto al West Ridge. Durante la fase de preparación en la ruta del collado sur, el equipo del West Ridge no estuvo inactivo de ninguna manera. Mientras Barry Corbet y Al Auten ocuparon el Campamento 3 localizado a 7250m, justo debajo de la cresta, instalaron un cabrestante ligero pero potente, a motor, capaz de levantar una carga de 220kg. Instalarlo y anclarlo era una cosa, pero hacer que funcionara, fue otra muy distinta, y se necesitaron muchos días de esfuerzo y frustración, antes de que la primera carga de cilindros de oxígeno llegara al Campo 3 a través de este dispositivo.
El tiempo, que hasta entonces había sido inusualmente bueno, empezó a frenar la operación del Collado Sur hasta tal punto que existía un grave peligro de deterioro físico y mental de todos los escaladores. El 21 de abril trajo casi una tragedia: Dan Deedy se quejó de un dolor severo en una pierna que Gil Roberts rápidamente diagnosticó como tromboflebitis. Los anticoagulantes, algunas hemorragias y diez días acostado boca arriba salvaron la vida de Dan y le permitieron descender al Campamento Base por sus propios medios; pero ahora era imposible que pudiera acompañar a uno de los equipos de asalto a la cima. Nevó intensamente durante el 25 y 26 de abril, y toda la actividad en la cara del Lhotse, y más allá se detuvo. Mucha nieve nueva presentaba un considerable peligro de avalanchas.
La mañana del 27 estuvo despejada. En lo alto de la pared del Lhotse, los equipos de carga estaban en movimiento nuevamente. El Campamento V, en el Collado Sur pronto estaría abastecido. El primer equipo del collado sur, salió de la Base Avanzada hacia el Campamento III. El segundo grupo siguió al día siguiente. Pasaron esa noche en el Campamento III, Dyhrenfurth con Big Jim, Gombu, y Ang Dawa, compartiendo una tienda de campaña para cuatro personas. Por primera vez utilizaron oxígeno, para dormir, un cilindro para dos hombres a un caudal de un litro por minuto. Esto implicó el uso de articulaciones en T y máscaras especiales de plástico para dormir, pero resultaron ser muy incómodas.
El primer día de cumbre
Para el día 30, estaban en el collado sur, descripto por Dyhrenfurth como el “lugar más desolado del mundo”. Desde allí, pudieron ver la Cumbre Sur del Everest con una enorme columna de nieve. Los sherpas estaban ansiosos por comenzar. Jim Whittaker (Big Jim) y Gombu fueron los siguientes en irse, mientras que Ang Dawa y Norman Dyhrenfurth se quedaron para filmar su partida.
Cuando se decidieron a partir, el equipo de avanzada ya no estaba a la vista, eran solo puntos diminutos. Luego, tras haber avanzado por un largo tiempo, pudieron ver a los hombres montando dos pequeñas carpas. En ese punto, atravesaron las ruinas de los campamentos indios más altos, y unos quince metros por debajo del campamento, encontraron los restos esqueléticos de la tienda donde Lambert y Tenzing pasaron esa noche memorable en mayo de 1952.
Diez hombres habían necesitado casi dos horas de arduo trabajo para tallar una plataforma de medio nivel en la ladera de la montaña y montar dos tiendas de campaña a 8360m, algo más debajo de lo planeado. Gombu aseguró que era más alto que los campamentos indios, y los otros sherpas le dijeron a Big Jim que este era el mayor transporte de sherpas jamás realizado en el Everest. Jim no tenía forma de saberlo en ese momento, pero en realidad estaban varios metros por debajo que el campamento final de Tenzing y Hillary.
La noche fue bastante apacible, pero en la mañana del 1 de mayo, había una gigantesca columna de nieve justo encima del campamento, con el Lhotse y Nuptse apenas visibles. El Makalu estaba completamente borrado. Después de un desayuno rápido, una taza de gelatina caliente por persona, Big Jim y Gombu estaban en camino a las 6.30. Dyhrenfurth les dijo que no los esperen, que irían detrás de ellos en cuanto pudiesen.

Detrás de Big Jim y Gombu, partió el resto del equipo. Se ataron con cuerdas y siguieron la pista de los dos escaladores de avanzada. Para entonces, el viento empezó a soplar con mucha fuerza, levantando columnas de nieve, hasta que la huella prácticamente desapareció.
Desde el punto de vista de Dyhrenfurth y el resto del equipo, las mochilas parecían terriblemente pesadas y las gafas se llenaban cada pocos minutos, de nieve a la deriva. Había roca podrida bajo un pie de nieve suelta, con pocas o ninguna posibilidad de asegurar adecuadamente.
La descripción que en este punto hace Dyhrenfurth fue estremecedora: “Mientras seguíamos la cresta, no vimos más de unos pocos pies por delante de nosotros, y yo era incómodamente consciente del hecho de que mi mano derecha con el piolet, estaba dentro del Tíbet, con una caída casi vertical de más de 3000 metros hasta el glaciar Kangshung. De vez en cuando miramos por encima del hombro al Lhotse, apenas visible a través de la nieve. Estábamos casi a la altura de su cima, luego, tiempo después, estábamos por encima de ella. Continuamos, siguiendo las tenues huellas hacia la nada”.
En un punto donde la cresta se nivela antes de elevarse bruscamente hacia la Cumbre Sur, la mitad del suministro de oxígeno de Dyhnfurth se había agotado y Ang Dawa le ayudó a cambiar los cilindros. En ese momento, Norman lo mira a Dawa y le explica que ese era el final del camino. Ang Dawa por su parte, parece no entender, y señala hacia arriba, como indicando el el camino a seguir. Es allí cuando Dyhnfurth lo mira y le dice que este es el punto de no retorno. Si seguían, se agotaría el oxígeno y no podrían regresar con vida. Finalmente Ang Dawa entendió la situación y después de un descenso muy lento y cuidadoso llegaron sanos y salvos al Campo VI alrededor de la 1.30, con el lanzamiento completamente terminado.
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James Whittaker (Big Jim)
Nació el 10 de febrero de 1929 en Seattle. También conocido como Jim Whittaker, o “Big Jim”, es un alpinista y guía de montaña estadounidense. Es el hermano gemelo de Lou Whittaker, también guía de montaña. Los gemelos comenzaron a escalar en su adolescencia en la década de 1940 mientras estaban en los Boy Scouts. Whittaker se graduó de West Seattle High School y de la Universidad de Seattle.
En 1965, con Dee Molenaar y otros, guió a Robert F. Kennedy hasta el recién nombrado Monte Kennedy. Kennedy y Whittaker se hicieron amigos rápidamente y pasaron varias vacaciones juntos. En 1968, se convirtió en presidente de la campaña estatal de Kennedy.
En 1999, Whittaker publicó su autobiografía, A Life on the Edge: Memoirs of Everest and Beyond. Su hijo menor, Leif Whittaker, publicó My Old Man and the Mountain: A Memoir en 2016, que relata la historia de su propia cumbre del Monte Everest, con sus padres, acompañándolo en parte del viaje, y con comparaciones con el Monte de su padre. Whittaker y su esposa, Dianne Roberts, viven en Port Townsend, Washington. Sus hijos son Bobby y Leif Whittaker. Hoy tiene 95 años.

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Pero la tormenta, por arriba siguió su curso, y ahora, la preocupación estaba en la suerte corrida por Big Jim y Gombu. Parecía absolutamente imposible que se pudiera llegar a la cima. Y, sin embargo, en el mismo momento en que Ang Dawa y Norman pegaron la vuelta, Big Jim y Gombu subieron los escalones de la parte más empinada de la cresta. Cada uno de ellos había depositado una botella de oxígeno parcialmente usada a unos 8660m para aligerar sus cargas, confiando en que una botella llena por hombre, los llevaría a la cima y de regreso a ese punto. Con Big Jim a la cabeza, llegaron a la Cumbre Sur a la 1.30pm, al mismo tiempo en que Dawa y Norman llegaban al campo VI.
En este punto, fueron golpeados por toda la fuerza de la tormenta, y había algunas dudas en la mente de Big Jim sobre si continuar o no. Aunque había estudiado las fotografías anteriores de esa última loma, ahora que se encontró cara a cara con ella, parecía mucho más empinada y difícil de lo previsto. Después de unos minutos de vacilación y examen de conciencia, Big Jim y Gombu bajaron unos diez metros hasta la silla de montar, entre las dos cumbres y comenzaron a subir la última loma.
Se abrieron paso con cuidado entre las inmensas cornisas de nieve que sobresalen por la cara de Kangshung a la derecha y las rocas a la izquierda, luchando a través del vendaval, hasta que llegaron al Paso Hillary, donde no encontraron dificultades.
Pronto lo sobrepasaron, y lo que siguió fue simplemente el camino a la gloria. Y luego, cuando Big Jim se acercó a lo que parecía ser la cúpula final, se detuvo y esperó a que Gombu se acercara a él: «Tú primero, Gombu», «No, tú primero», fue la respuesta del hombre pequeño.
Entonces Jim dijo “Vamos juntos”, y juntos caminaron los últimos tres metros. Luego de ello, todo lo que los rodeaba, el planeta entero, estaba “hacia abajo”. Se abrazaron, luchando por mantener el equilibrio en la cumbre del mundo, azotada por la tormenta.
Algo más de siete horas después de haber salido del Campo VI. En lo más alto, Big Jim introdujo una estaca de aluminio de cuatro pies a la que había asegurado una bandera estadounidense. Y luego se tomaron fotos el uno al otro sosteniendo varias banderas más pequeñas.
Hacia el oeste y hacia las llanuras del Tíbet en el norte, la vista era despejada, pero hacia el sur y el este, todo estaba oscurecido por la enorme columna de nieve de la montaña.
Después de que Gombu ató un kata, el pañuelo tradicional de la amistad budista, a la estaca, los hombres comenzaron su descenso. Se sorprendieron al descubrir que sus tanques de oxígeno estaban vacíos. A un flujo máximo de cuatro litros por minuto, se supone que una botella llena durará casi cuatro horas. Pero debido al frío y la presión reducida a esta gran altura, su estimación había sido errónea. Solo dos horas después de haber arrojado los otros cilindros debajo de la Cumbre Sur, se habían quedado sin oxígeno. Durante su lúgubre batalla hasta la cima, no pudieron vigilar los manómetros. Los problemas de la montaña y la lucha básica por la supervivencia exigían su máxima atención sin tener que pensar en caudales y raciones reducidas de oxígeno.
La comprensión de su situación los golpeó con toda su fuerza. Jadeando por respirar, descartaron los tanques vacíos y continuaron su lento y cauteloso descenso, con Gombu, a la cabeza. De repente, un gran trozo de cornisa se disolvió entre los dos hombres y cayó hacia el glaciar Kangshung, unos trescientos cincuenta metros más abajo. Algunas de sus huellas de crampones habían desaparecido, y Big Jim se encontró mirando al Tíbet entre sus pies.
Le dio un tirón a la cuerda para señalarle el enorme agujero a Gombu, y ambos hombres miraron la cresta cornisa con renovado respeto y se acercaron a las rocas a su derecha.
Cuando llegaron al punto más bajo de la cresta, Jim consideró necesario prestar atención a lo que parecería ser el llamado más elevado de la naturaleza en la historia del montañismo.
Mientras el hombre grande libraba su batalla privada con mochila y capas de ropa, el hombre pequeño se abrió camino hasta la cima de la Cumbre Sur. Jim tardó quince minutos en volver a ponerse el arnés y cuando llegó a la parte más empinada, los escalones casi habían desaparecido. Muy debilitado por su reciente esfuerzo, de repente perdió el equilibrio y se encontró colgando de la cuerda boca abajo, con la mochila tirando de él hacia atrás.
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Nawang Gombu
Nació en Minzu, Tibet y más tarde se convirtió en ciudadano indio, al igual que muchos de sus parientes, incluido su tío Tenzing Norgay. En 1964, se convirtió en el primer indio y el tercer hombre del mundo en alcanzar la cima de Nanda Devi.
En 1965, se convirtió en el primer hombre del mundo en haber escalado el Monte Everest dos veces, un récord que se mantendría inquebrantable durante casi 20 años.
Primero fue con esta expedición Norteamericana, convirtiéndose en el undécimo hombre en pisar la cumbre del mundo. La segunda vez fue con la Indian Everest Expedition 1965 como decimoséptimo.
Nawang Gombu vivió en Darjeeling, India, y pasó su vida en el Instituto de Montañismo del Himalaya. Tuvo cuatro hijos y una esposa, Sita, aún vive en Darjeeling. Falleció el 24 de abril de 2011 a la edad de 74 años.

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Gritó, pero en el viento aullante Gombu no pudo oírlo. En cambio, siguió tirando de la cuerda con todas sus fuerzas, lo que hizo que a Jim le resultara mucho más difícil volver a ponerse de pie. Después de un esfuerzo tremendo y desesperado, una vez más se puso del lado derecho hacia arriba y procedió a subir escalones por la empinada pendiente a una velocidad de cinco minutos por paso. Esta fue quizás la peor parte de la escalada, y por primera vez ese día Jim comenzó a dudar de que pudieran bajar con vida.
Después de lo que parecieron horas, Big Jim llegó a la cima de la cumbre sur, y se dejó caer en la nieve, jadeando en busca de aire y tratando de reunir sus fuerzas. Gombu también estaba cerca del final para entonces. Les había tomado casi tres horas desde la cumbre llegar tan lejos, y la falta de oxígeno había cobrado su precio. Pero de alguna manera, el instinto de supervivencia los ayudó a superar la terrible experiencia de bajar la empinada cresta, escalar uno a la vez y asegurarse unos a otros con cuidado.
Cada tres metros tenían que detenerse y jadear por más aire. Por fin llegaron a sus botellas de oxígeno, y pronto estaban aspirando el aliento de la vida en su máxima expresión. Habían estado sin líquidos todo el día, porque sus cantimploras se habían congelado sólidamente a media hora del campamento.
Sus cuerpos fueron drenados por la deshidratación y la falta de oxígeno. Las nubes se estaban acumulando sobre la cresta sureste y el viento todavía soplaba con fuerza. Continuaron asegurándose el uno al otro por la cresta, bajaron de la empinada sección y siguieron adelante.
Fue solo entonces cuando Big Jim comenzó a creer que podrían regresar al Campamento VI. Mientras tanto, Ang Dawa y Norman ya recuperados, prepararon comida y bebida para el equipo de la cumbre, mientras intentaban mantenerse calientes, respirando oxígeno a un flujo de un litro y esperaron. Había mucho viento y la cresta superior apenas era visible.
A las cinco en punto, todavía no había ni rastro del equipo de cumbre. Por fin, a las 5.30 pudieron ver a los dos hombres bajando , muy lenta y cuidadosamente. Cuando estuvieron a una distancia de gritos, Ang Dawa llamó a Gombu, quien dio la señal de victoria con su piolet.
Ang Dawa se volvió hacia Norman con una gran sonrisa y se abrazaron. Cuando los hombres llegaron a las tiendas, se tambaleaban por la fatiga. Big Jim parecía demacrado y completamente agotado, al menos diez años mayor que cuando se fue esa mañana.
Les tomó casi media hora deshacerse de los crampones, cuerdas y mochilas y meterse dentro de su tienda. Quería desesperadamente salir corriendo para abrazarlos y felicitarlos, pero simplemente no tenían la fuerza.
Una materia aún quedaba pendiente en aquella memorable expedición de 1963. Y esa materia se llamaba West-Ridgers.
La ruta de la arista oeste
El 7 de mayo Willi Unsoeld y Tom Hornbein se mudaron a la Base avanzada. Se había elaborado el siguiente plan: dos equipos de asalto de dos hombres en West Ridge y un equipo de dos hombres en la ruta del collado sur, todos con los grupos de apoyo necesarios. Solo se intentaría atravesar la montaña desde el oeste si podía coordinarse con los hombres de la ruta del collado sur. La fecha prevista para el doble asalto era el 8 de mayo y se hicieron arreglos para evacuar el campo base el 22 de mayo.
Pero el clima se deterioró en una serie de tormentas. Cada nevada aumentaba el peligro de avalanchas de la ruta hacia el West Ridge. En un momento, cuatro sherpas y dos tiendas del vertedero fueron arrastrados por un tobogán de nieve, pero nadie resultó herido. Las carpas y todo lo que había dentro fueron una pérdida total.
Y luego hubo cuatro días de clima perfecto, con Barry y Lute sentados en base avanzado. No obstante, todos entendieron que una travesía solo era posible si el equipo del collado sur podía actuar como apoyo para el equipo del West Ridge. Hubo más retrasos debido a dificultades con el cabrestante motorizado, y ahora la mayoría de los mejores sherpas estaban apáticos y cansados tras muchas semanas de cargas altas. El campamento 4 en el West Ridge se había establecido a 7250m, cerca de las escarpadas rocas de la ruta. En la noche del 6 de mayo, el campamento fue arrasado durante la peor tormenta que pudieron experimentar en toda la expedición, tras lo cual, los expedicionarios del West Ridge quedaron maltratados y desanimados, pero de ninguna manera derrotados.
Originalmente, los planes requerían dos campamentos más en West Ridge, pero ahora, con las graves pérdidas en tiendas de campaña, oxígeno y butano, se decidió llevar un campamento lo más alto posible y realizar un asalto de dos hombres desde allí. Era una posibilidad remota, pero los hombres sabían que era ahora o nunca.

El 22 de mayo se fijó como fecha límite final. Esta fue la señal para que el equipo del Collado sur comenzara su movimiento hacia la montaña, pospuesto durante mucho tiempo.
Lute Jerstad, Barry Bishop y tres sherpas salieron del campo base avanzado el 18 de mayo, mientras que Dave Dingman, Girmi Dorje y otros dos sherpas los siguieron un día después. El campo III había sido parcialmente sepultado por una avalancha, pero los esfuerzos por desenterrar las tiendas y volver a ocuparlas tuvieron éxito. El tiempo se mantuvo bueno, y en la tarde del 21 de mayo, Barry y Lute se establecieron en el Campo VI, después de que Pemba Tensing y Nima Tensing hicieran un transporte increíble antes de regresar al collado sur.
Mientras tanto, sobre la ruta del West Ridge, hacia el 20 de mayo llegaron al campo 4, mientras se recibían las noticias por radio, desde la India, respecto a que el Monzón empezaba a avanzar desde el golfo de Bengala. Esta fue la señal de alerta concluyente, que indicaba que debían ponerse en marcha, sobre ambas rutas, porque el tiempo, ahora, apremiaba, y tan solo quedaban, siendo generosos, no más de dos días para tener que pegar la vuelta.
Barry Corbet y Al Auten partieron del campamento 4 sobre la ruta del West Ridge, para liderar el camino y preparar la ruta hacia el campo 5. Cinco sherpas lo siguieron una hora y media más tarde, junto a Willi Unsoeld, Tom Hornbein y Dick Emerson.
Por encima de aquel campo, llegaron a lo que ellos llamaban la Fosa Diagonal, un largo barranco que se inclina hacia arriba a través de la cara norte. En la propia zanja, la escalada se realizó principalmente sobre nieve compacta, pero de vez en cuando los hombres tenían que sortear losas rocosas cubiertas con una fina capa de nieve, con los conocidos estratos rocosos de la cara norte inclinándose hacia abajo en un ángulo desagradable.
Durante un reconocimiento anterior, Willi y Tom habían alcanzado una altitud de 7980m, en la base de un barranco lleno de nieve a varios cientos de metros al oeste del famoso Gran Couloir. Willi lo había llamado “Hornbein Couloir”, y aquí era la ruta que se proponían seguir en la medida de lo posible. A la entrada del corredor, Dick Emerson llegó con fuertes signos de mal de altura, que sufrió durante la mayor parte del tiempo después de salir del Campamento Base, de allí que su logro fue verdaderamente admirable.
Con Barry Corbet a la cabeza y cortando escalones por el empinado corredor, los demás lo siguieron. Pasaron las horas y los hombres empezaron a cansarse. Hacia media tarde, justo en la base de la Banda Amarilla, llegaron a una pequeña cornisa. No podía tener más de cuarenta y cinco centímetros de ancho y dos metros y medio de largo. Aquí, a 8300m, el campo 5 sobre la ruta del West Ridge, se convirtió en una realidad. Hecho su trabajo, el equipo de soporte inmediatamente comenzó el descenso al campo 4, a 640m por debajo. Willi y Tom pasaron la siguiente hora y media cortando una plataforma que sostendría su pequeña carpa, trabajando sin oxígeno.
Armaron la tienda, la aseguraron con pitones y hachas y se metieron dentro. Justo antes de partir, Barry Corbet, había hecho un reconocimiento de una de las dos rutas posibles más adelante.
Decidió que el que se movía hacia la cima de la cresta, no era conveniente, y sugirió que Willi y Tom probaran el otro primero. Después de la cena de camarones liofilizados y pasta de tomate, preparada por el infatigable Tom Hornbein, encendieron el oxígeno para dormir y lograron dormir hasta las 4 de la mañana.
En el otro lado de la montaña, a unos 60m más arriba, el equipo del collado sur también se estaba preparando para el gran impulso. Todo seguía yendo según el plan.

El memorable 22 de mayo
Alrededor de las 5 a.m. del 22 de mayo, Lute y Barry encendieron su estufa para preparar el desayuno. Hubo un repentino estallido de llamas. Chamuscó la barba de Lute y quemó la máscara plástica para dormir de Barry. La tienda se llenó instantáneamente de humo, pero los hombres lograron de alguna manera zambullirse antes de asfixiarse. Fue un milagro que estuvieran vivos, pero el casi desastre los debilitó enormemente y causó serios retrasos. No fue hasta las ocho en punto que pudieron empezar.
Willi y Tom, por su parte, se fueron una hora antes, pero el regulador de oxígeno de Tom desarrolló una fuga que les causó gran preocupación. Willi iba a la cabeza y la ruta resultó ser más difícil de lo previsto. Continuaron subiendo por el empinado corredor, cortando escalones la mayor parte del camino. Al principio, a Tom no le iba nada bien. Cada vez que llegaba a la posición de seguridad de Willi, jadeaba en busca de aire y le pedía a Willi que continuara a la cabeza.
No fue hasta mucho más tarde que descubrió que debido a su regulador defectuoso en realidad estaba subiendo a menos de un litro por minuto. Por encima de esto, emergieron a una amplia plataforma que se movía hacia la cima del West Ridge. Hasta ahora, el terreno había sido tan empinado que no había lugar para sentarse y se estaban cansando. Por encima de ellos, el corredor degeneró en una grieta estrecha y muy empinada. Willi descubrió una posible ruta a la derecha, otra grieta que proporcionó una ruptura más amplia en la pared vertical de arriba. Fue una gran sorpresa que se encontraran todavía moviéndose uno a la vez en el mismo estante. El ángulo seguía siendo tal que no había ni un momento de relajación ni lugar para sentarse.
A estas alturas se estaban acercando a la cima de la banda amarilla. Tom se hizo cargo de la siguiente etapa, que resultó ser muy difícil. Willi condujo con un pitón de seguridad y Tom subió por la pared de roca lisa. Cuando llegó a la nieve de nuevo pensó que podría caminar, pero resultó ser de una consistencia tan harinosa que tuvo que despejar cada paso. La nieve caía como una cascada, y Willi, que también estaba sobre nieve no consolidada, se sintió cada vez más inseguro. A Tom no le gustó el aspecto de este campo, pero de alguna manera siguió adelante. Cuando introdujo otro pitón, la piedra que se desmoronaba, hizo poco para tranquilizarlo. En este momento, habían pasado unos cuarenta minutos y Willi le gritó:
—¡Por el amor de Dios, baja! Encontraremos otra ruta. Así que Tom usó el pitón dudoso como polea y se reunió con Willi, quien luego intentó otra vía más a la derecha.

Después de un largo de cuerda, se dio cuenta de que la pared vertical directamente encima ofrecía pocas esperanzas. Podría haber existido la posibilidad de atravesar la cresta de la cresta en este punto, pero eso también parecía insostenible.
La pared en sí tenía unos 30 metros de altura, rota sólo por una serie de grietas verticales que parecían bastante aterradoras a esta altitud. Cuando Willi miró hacia atrás, se hizo evidente que la mejor ruta era la que Tom acababa de probar.
Así que volvieron a su inicio y Tom, que no se encontraba bien, le pidió a Willi que lo probara. Con Tom asegurando, Willi se acercó al pitón y se encajó en él. Luego tuvo que quitarse los guantes y trepar con las manos desnudas para el siguiente tramo. Utilizando la presión cruzada, las técnicas de la chimenea y los agujeros de atasco, pudo abrirse camino hasta el siguiente zócalo.
Fue en este punto que de repente se quedó sin oxígeno. Con una fuerza que menguaba rápidamente, trepó con garras otro metro, hasta un pequeño trozo de roca donde, por primera vez, pudo sacar a Tom con un asegurador sentado.
Y aquí, a las 3 p.m., aproximadamente, Willi dijo: “Bueno, Tom, parece que tenemos una decisión que tomar”. La decisión era si seguir o retroceder. Tom reconoció la necesidad de hacerlo y luego lo ignoró. En completo silencio lo hicieron, de hecho, semanas después, al mirar hacia atrás, estaban convencidos de que la decisión se había tomado varios días antes.
Descender por el camino por el que habían venido, sobre un terreno técnicamente difícil y peligroso, sin grietas de pitón adecuadas y sin una cuerda de rappel, habría sido extremadamente peligroso. No había vuelta atrás en ese punto. Habían pasado el punto sin retorno, y así informaron al Campamento Base a través de un walkie-talkie.
La mayoría de los escaladores, con excepción del equipo del collado sur, estaban en el espolón sureste del Pumori, exclusivamente para poder visualizar con largavistas los tramos superiores del Everest sobre la ruta del West Ridge.
Big Jim Whittaker por su parte, se había quedado atrás para mantener el contacto por radio. Cuando Willi le dijo que iban a continuar, se preocupó mucho. Les rogó que lo reconsideraran y no cortaran su única ruta de escape. Pero Willi y Tom sabían que la retirada era imposible y siguieron adelante.
Mientras tanto, Lute y Barry se habían trasladado desde la cresta sureste hasta la cumbre sur. Después de un descanso muy necesario en la Cumbre Sur durante el cual hicieron un balance de su menguante suministro de oxígeno, continuaron por la última loma con raciones reducidas. Y luego, poco antes de las 3.30, vieron la bandera estadounidense dejada por Big Jim y Gombu días atrás, ondear desde la cima del mundo.
Colocado allí tres semanas antes por Big Jim, el poste de aluminio todavía se mantenía recto y alto, solo que los extremos de la bandera estaban ligeramente destrozados. Las lágrimas de emoción y alivio llegaron a sus ojos, y juntos subieron a la cima. Durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, tomaron fotografías del mundo a sus pies y miraron hacia West Ridge en busca de señales de aquel dúo memorable, que estaba muy cerca de hacer historia. Esperaron y gritaron, pero finalmente, con las sombras alargándose, iniciaron el descenso.


Por un tiempo Willi y Tom no estuvieron seguros de su ubicación exacta en la montaña. Nuevamente se pusieron en contacto con Big Jim en la Base, pero nada que él pudiera decirles sobre las “formas” de la cumbre parecía encajar con su entorno inmediato. Por fin pudieron orientarse: habían salido del couloir al este del mismo, en dirección a la cresta noreste.
En un momento, habían planeado seguir una ruta marcada en el libro de Hugh Ruttledge que los habría llevado a la cima de la cresta noreste y la base de la última pendiente de nieve que conduce a la cima. Pero ahora no podían encontrar un barranco previamente seleccionado y todo parecía desconocido.
Luego cruzaron de regreso al oeste a través de losas abiertas largas y anchas y llegaron a la cima de la cresta.
En este punto, el viento los golpeó con toda su fuerza. La escalada se volvió cada vez más difícil, y finalmente la cresta se estrechó hasta convertirse en un filo casi vertical.
Allí se quitaron los crampones y las botas y pronto se involucraron en la escalada en roca expuesta de cuatro cuerdas más divertida y estimulante de toda la aventura.
Pequeñas repisas, roca relativamente buena y suficientes asideros para poder usarlos con las manoplas puestas. A su derecha podían ver a través de la cima de la Cumbre Sur.
Y luego, moviéndose lentamente hacia arriba a través de la última pendiente de nieve, Willi levantó los ojos y a unos doce metros por delante estaba la bandera estadounidense, brillando con los rayos oblicuos del sol y ondeando salvajemente con la brisa.

Se dio la vuelta, levantó el puño y esperó a que Tom lo alcanzara. Se abrazaron y juntos subieron a la cima. Estaban bastante más allá de las palabras. Eran las 6.15 y la última luz del día se estaba apagando a sus pies, mientras contemplaban todo, desde la cumbre del mundo.
A las ocho en punto todavía estaban en la parte empinada de la cresta, a unos 8625m, y fue aquí donde vieron por primera vez un puntito de luz ocasional arriba, y luego escucharon voces.
Esperaron dos horas hasta que el equipo del West Ridge, guiado en la oscuridad por gritos recurrentes, los alcanzó. El momento de regocijo por la reunión, pronto se convirtió en una aguda decepción para Willi y Tom, porque habían asumido que habían llegado al refugio del Campo VI.
Juntos, los cuatro hombres reanudaron su descenso en la oscuridad total, pero después de varias vueltas por ambos lados de la cresta se dieron cuenta de que nunca llegarían al campamento al ritmo al que se estaban moviendo.

Se habían quedado sin oxígeno, y poco después de la medianoche, todavía a 8500m, hicieron un alto y decidieron vivaquear en una pequeña repisa de roca debajo de la cresta.
Pero los dioses sonreían y, aunque la temperatura bajó a 18 ° bajo cero, el viento amainó. Si hubiera existido el clima habitual en el Everest, ninguno de los cuatro habría sobrevivido a la noche más alta jamás pasada en una montaña. Dave Dingman y Girmi Dorje, después de una noche de insomnio en el Campo VI, sabiendo casi con certeza que los cuatro escaladores habían perecido, fueron a buscarlos en las primeras horas de la mañana del 23 de mayo. Girmi subió sin oxígeno para conservarlo en caso de que hubiera sobrevivientes.
Y los había. Cuatro en total. Que habían pasado la noche más larga, dura y gloriosa de su vida. Solo quedaba darle forma a las páginas de historia de la montaña más alta del mundo, para que llegaran hasta nuestros días, y se perdieran en el tiempo. No hacía falta escribirlas, porque eso ya había sido hecho.
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William Francis Unsoeld (Willie)
Nació en Arcata, California, se crió en Eugene, Oregón, y recibió títulos de la Universidad Estatal de Oregón, la Universidad de California, Berkeley y la Universidad de Washington. Ayudó a crear el OSC Mountain Club durante su tiempo en la Universidad Estatal de Oregon.
Unsoeld murió en una avalancha durante una escalada de la expedición de invierno de educación al aire libre en el Monte Rainer, el 4 de marzo de 1979, a la edad de 52 años. Llevaba a más de una docena de estudiantes de The Evergreen State College en un ascenso al Rainer. Murió durante el descenso de su campamento alto en Cadaver Gap junto con una estudiante, Janie Diepenbrock de Sacramento , California.

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Thomas Frederic Hornbein (Tom)
Nació en St Louis, Missouri, el 6 de noviembre de 1930. Desde temprana edad desarrolló un especial interés por la geología, que finalmente lo llevó a su fascinación por las montañas. Se recibió de médico en 1956 en la facultad de medicina de la Universidad de Washington, especializándose en anestesiología. También estudió los límites fisiológicos humanos y el rendimiento a gran altura.
Fue profesor y presidente del Departamento de Anestesiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Seattle, Washington, de 1978 a 1993. Su vida fue un vínculo entre la medicina y el montañismo.
Hornbein llamó Hornbein Couloir, un barranco escarpado que él y Willi Unsoeld treparon en la parte más alta del muro norte del Monte Everest, aquel tan lejano 22 de mayo de 1963. En su libro Into Thin Air, Jon Krakauer escribe que «el ascenso de Hornbein y Unsoeld fue una de las grandes hazañas del montañismo».
En el año 2002 Hornbein, de 72 años, seguía en activo como profesor de Anestesiología y como montañero. En 2006, se mudó del área de Seattle a Estes Park, CO, donde vivió con su esposa, Kathy Mikesell Hornbein, una pediatra jubilada y novelista adulta joven, hasta sus últimos días. Escalaban regularmente en las Montañas Rocosas de Colorado.
Falleció el 6 de mayo de 2023, a la edad de 92 años. Y allí, en la montaña del mundo, el tramo más electrizante de una de sus vías más complejas, lleva su nombre. El “Corredor Hornbein” o “Hornbein Couloir”, trae el recuerdo de aquél 22 de mayo tan lejano, donde dos hombres, desafiando a la misma naturaleza, lograron lo impensado, y grabaron sus nombres en la roca, y principalmente en la historia grande, del montañismo de conquista.
