Foto de portada: Parte de los escaladores que van búsqueda del Annapurna en esta temporada de primavera, en una foto publicada por la escaladora de Kosovo, Uta Ibrahimi. Aquí aquellos que llegarn al campo base en «modo trekking».
Brillante lo de Stefan Nestler en su crónica de hoy, al utilizar el nuevo término que a partir de la fecha se incorpora al montañismo de gran altura, llámese específicamente ochomilismo: «Heli-dopaje». Su creador, el periodista y escalador Stefan Nestler. Apúntenlo.
El tema es que toda la marea humana de escaladores del más prematuro de los ochomiles de la temporada, el Annapurna, ha optado por ir en grupo, en busca de la cumbre, en caravana, como es costumbre, muy parecido a lo acontecido hace un par de años en el Kangchenjunga. Hasta ahí todo bien, independientemente si este va con un sherpa, dos o ninguno. Si el otro va con oxígeno, o sin el, eso es cuestión de cada uno, y absolutamente respetable.
El tema es que al llegar a los 7400 metros, a solo setecientos de la tan deseada cumbre, parece que hubo problemas con las cuerdas fijas, en el sentido en que aparentemente, ellas no estaban allí, para concluir con la tarea de establecerlas hasta la cumbre.
Y apareció entonces el «invitado menos esperado» a la cita. Desplegando todo su poderío por encima de los siete mil metros, con esos cuatro brazos alados que desafían el incipiente aire que le da el tan preciado sustento, el «helicóptero» hizo su presencia y tal como señala Stefan en su crónica: «Las cuerdas fijas se habían agotado, y habrá otro intento de alcanzar el punto más alto el viernes. Esto también fue confirmado por los escaladores paquistaníes Sirbaz Khan y Abdul Joshi. Hicieron saber que un helicóptero arrojó material adicional (800 m de cuerda, oxígeno embotellado, comida y gas) en el Campo 4 a 7.300 metros.».
Ya existía un antecedente interesante en esta misma expedición. El trio mexicano, Viridiana Alvarez por un lado, y días después Badía Bonilla y Mauricio López, tal como ellos mismos lo manifestaron por las redes, llegaron desde Kathmandú, directo al campo base en helicóptero, hecho que no estoy objetando, simplemente marcando la diferencia con aquellos que lo hicieron caminando.
Algunos viejos escaladores, que prescinden del oxígeno embotellado desde sus fibras más íntimas, desde su nacimiento, han catalogado su uso como un «dóping«, eso es bien conocido por ustedes seguramente. Uno de ellos, fue Ueli Steck, que hablaba del «doping que sale de la botella«, del «aire inglés«, todos términos que nos dejan escapar una sonrisa. Se puede cuestionar o no su uso, yo no lo hago, simplemente como he dicho en otras oportunidades, destaco el «no uso».
Ahora, ¿Dónde entra este nuevo concepto del «heli-doping» tan bien bautizado por Stefan? ¿Cómo podemos digerir esto? ¿Qué valor tiene esa cumbre para el escalador? ¿Qué valor tiene esa cumbre para la comunidad? No me digan que la comunidad no tiene nada que ver, que esto es cuestión de cada escalador. Pues no es así. Si esto fuese cuestión de cada uno, la expedición se hace en absoluto silencio, sin difusión, sin registro de cumbre, sin posteo de avances en las redes. Sin redes. Así que, la comunidad juega.
Por eso, cada uno tendrá su opinión. Yo tengo la mía, está clara, expuesta en esta nota. Ustedes hagan la suya. Lo que crean conveniente y necesario para responder las preguntas del párrafo anterior, si lo desean.
Tal vez si todos bajaban. Tomaban un respiro, total hay bastante tiempo, estamos recién promediando abril, se tomaban un par de días más y subían con el oxígeno de repuesto, y los ochocientos metros extra de cuerdas cargados al hombro. Tal vez, si eso hubiese existido, esta nota contrariamente, no tendría razón de ser. Pero quizás el tiempo apremia, porque hay otro ochomil esperando para sumar una estrella más y aprovechar la aclimatación del Annapurna.
Tal vez nos tengamos que ir acostumbrando a este nuevo y moderno ochomilismo. Aunque, si esta es la «nueva normalidad», pues, no cuenten conmigo.