Por Fernanda Insua, Noel González y Carlos Eduardo González | Redacción AOL
Todas las fotografías gentileza de Sebastián Álvaro
Mencionar a Sebastián Álvaro es ir a las fuentes de todo lo que se refiere a alpinismo y exploración, no solamente a nivel de España, sino que mucho más allá lógicamente. Ha realizado exploraciones por todo el planeta, junto con su cámara y su palabra, y ha forjado una línea de opinión hoy por hoy muy respetada en todo el mundo.
Fue su creación «Al filo de lo imposible», por casi treinta años vigente, la que sin dudas lo catapultó a los primeros planos. Hoy, muchas de aquellas emisiones vienen a la memoria y siguen ampliamente vigentes. Con sus documentales, ha sabido recolectar innumerables premios, y hasta ha sabido realizar tareas humanitarias a través del proyecto Hushé.
Hoy, con sus setenta años, es una de las figuras más relevantes, y referentes de opinión, en especial en el tema que nos toca: el alpinismo.
De allí que lo convocamos y muy amablemente, como es su costumbre, se ha prestado al diálogo y hemos elaborado una riquísima entrevista, donde prácticamente no ha quedado tema sin tocar.
Desde Madrid, la ciudad que lo vio nacer y donde actualmente reside, charlamos de los temas que interesan a nuestros lectores, sobre temas de actualidad, tanto en España como en todo el mundo, pasado, presente, y futuro del alpinismo.
Antes de ingresar a la entrevista, quiero destacar el título de esta nota: «Queda mucho más por explorar, que lo que piensa la mayoría de la gente«. Me parece que es un lindo mensaje, que viene de alguien que conoce mucho del tema. Es alentador, en una época donde se piensa que casi todo está logrado. Es una frase que impulsa para ir hacia adelante.
Con ustedes, Sebastián Álvaro Lomba.
Gracias Sebastián ante todo por su predisposición. Vamos de entrada con algún tema fuerte. ¿Qué opina de la «comercialización» del K2?
Parece evidente que es una tendencia exportada desde Nepal al Karakórum, con los antecedentes del Everest y de las mismas agencias nepalíes que desde hace unos años extraen jugosas ganancias comercializando un patrimonio de la Humanidad como son los Parques Nacionales y las montañas más altas del mundo. El último relicto de la Gran Naturaleza debería quedar a salvo de la depredación del ser humano. Y esto que vale para Europa, USA o América, debería ser aplicado también con rigor a Nepal y Pakistán.
Es una falta de hipocresía alabar la escalada del K2 a los «pobrecitos» nepalíes porque han «rescatado sus» montañas, frente al colonialismo europeo como he leído en estos días. Olvidando lo evidente: que las agencias que han organizado la expedición son grandes empresas, con negocios en muchas otras actividades, como el turismo, o empresas de helicópteros que han monopolizado las montañas de Nepal en beneficio propio, y que algunas, como Seven Summits, se han visto mezcladas en turbios asuntos como el conocido «timo de las aseguradoras» en Nepal. O el desgraciado incidente de la bandera de Kuwait en el Ama Dablam por un montón de dinero, por el que se levantó una investigación que, como siempre, luego se ocultó.
También se olvida que esos alpinistas nepalíes están patrocinados por grandes marcas como Red Bull, igual que los pilotos de Formula 1, y que los que van con escasos de medios son alpinistas rusos y polacos que llevan intentando la escalada invernal del K2 desde hace muchos años y nunca tuvieron la tentación de ceder a utilizar bombonas de oxígeno. También conviene recordar que estas agencias son empresas opacas, pues no existe libertad de empresa y competencia en Nepal, y que son los responsables directos de los sueldos miserables que se pagan a sus compatriotas sherpas en Nepal o a los porteadores baltíes, a los que subarriendan los trabajos más penosos. Resumiendo: como diría Luis de Saboya, ese discurso, aparentemente políticamente correcto, en realidad es «pura hipocresía de los hombres civilizados»
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¿Qué aventura, expedición, o filmación recuerda especialmente siempre a través de los años?
En realidad todas, y ya son más de 200, pues son emociones tan intensas que se graban en el alma y te acompañan toda la vida. Recuerdo desde luego la primera vez que entré en el Karakórum. Fue una impresión tan profunda que transformó mi vida para siempre y mi relación con la Montaña y la Aventura. Desde entonces he organizado más de 50 expediciones solo a esas montañas.
Si tuviera que entresacar algunas escaladas entre tantos buenos momentos, me quedaría con el Chogolisa, el Pilar Oeste del Makalú, la vertiente sudoeste del K2, y la ruta de los polacos en el Everest. También guardo en rincones muy protegidos de mi interior, los dos graves accidentes que tuvimos, en la isla de Guadalupe en 2003 y en el K2 en 1994. Perder a un compañero es saber que vas a tener que convivir con ese vacío toda la vida.
Pero no sólo las montañas marcaron mi trayectoria. Las travesías del desierto de Taklamakán, la del Gran del Mar de Arena o la del Hielo Patagónico Sur fueron apuestas muy innovadoras, que nos salieron muy bien y que son lugares dónde se accede en toda su dimensión, a la belleza, el silencio y la soledad del mundo.
Y por último rescataría a la Antártida. Momentos como la llegada a la cumbre del monte Vinson, en uno de los días que más he sufrido en mi vida, me compensa de todos los malos ratos y de todos los sacrificios.
¿Qué impresión le dejó su cruce de los Andes en globo?
Maravillosa. Fue condensar un proyecto de meses en menos de tres horas en las que nos jugamos todo a cara y cruz. Y nos salió bien de milagro, porque cometimos algunos errores graves. Afortunadamente esta vez tuvimos a la suerte de aliada y todo terminó bien cuando aterrizamos en la zona de la Consulta, muy cerca de Mendoza. Fue una experiencia irrepetible y la sensación de sobrevolar los Andes con lentitud a 8300 metros, para luego hundirnos con el globo en un sedoso mar de nubes son de esas imágenes y emociones a las que es muy difícil acceder y menos, incluso, pensar en repetir. Muchas veces, en los pocos momentos de nostalgia que me permito, me gusta cerrar los ojos y recordar aquellos extraordinarios momentos.
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¿Cuál cree que será el futuro de la alta montaña y quiénes serán sus protagonistas?
Resulta difícil de predecir, observando la importancia e intensidad de los cambios que se están produciendo en todo el mundo, en todos los ámbitos y también en las montañas. La revolución tecnológica, está ganando parcelas de incertidumbre a la Aventura, y las redes sociales están cambiando las reglas, la ética y el componente de exploración y aventura que siempre fueron ligadas con el alpinismo clásico. Creo que cada vez hay más deportes al aire libre, pero sin embargo hay menos alpinismo.
Ese aspecto de «otras» actividades están convirtiendo la montaña más en una pista de atletismo que en el último reducto donde poder estar a solas con uno mismo; creo que está derivando en competición, atletismo y espectáculo, y me parece que seguirá cada vez más ese camino, ligado a patrocinadores poderosos, sean Salomon o Red Bull. Sin despreciar este tipo de deportes, sin embargo la verdad es que me interesan poco.
Puestos a elegir preferiría asistir a una final de gimnasia deportiva, los tres mil metros o una final de maratón en el estadio olímpico. Es decir deportes con las mismas reglas y sujetos a un control de doping bastante riguroso. El Alpinismo del futuro, lo poco que quede, creo que se refugiará en perdidos valles del Karakórum, Himalayas, Kumlun, Hengduan y alguna cordillera más, en picos difíciles rondando los siete y los ocho mil metros. Lo llevarán a cabo chavales jóvenes ya muy experimentados, y probablemente forjados en esas otras actividades competitivas, y alpinistas maduros pero muy bien entrenados y curtidos en las altas montañas.
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¿Cree que han pasado las grandes montañas de muros infranqueables, a metas para batir un records? Ejemplo: el Teide en España.
En buena medida ya he contestado a esta pregunta. Conservar las montañas demuestra el grado de civilización de una sociedad. En lugares como Europa confío en que se respeten los protocolos de respeto medio ambiental, y mucho más en áreas de montaña protegidas. Deberían ampliarse las superficies que gozan de protección ambiental Pero también creo que hay lugar para realizar carreras de montaña, y que esto sea compatible con resguardar el silencio, la belleza y la soledad de las montañas.
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¿Es el Alpinismo de este siglo una actividad elitista?
El alpinismo sólo fue una actividad elitista de los burgueses hasta, más o menos, la Primera Guerra Mundial. Es justo en el periodo entreguerras cuando el alpinismo, y la marcha por las montañas, se convierte en una actividad de los que no tienen trabajo, de los que apenas tienen nada y buscan resguardarse en las montañas. Les llamaron en Alemania «los pájaros errantes«, y terminarían impulsando la generación de los «sextogradistas» que acometieron los «últimos problemas«, es decir las caras norte de los Alpes. Algunos murieron en la cara norte del Eiger, otros en la cara norte del Nanga Parbat y muchos, poco después, en la segunda Gran Guerra. Desde entonces la montaña, el alpinismo, se convirtió en la actividad de las clases populares.
Desde luego me gustaría que no se perdiera ese carácter de exclusividad que siempre tuvo la montaña, pero yo no diría elitista sino, más bien, ilustrado. Tiene que ver con las lecturas y el conocimiento, y una visión romántica de la Naturaleza como una necesidad espiritual del individuo y no, como hasta ahora, como un territorio productivo del que sacar provecho material.
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¿Qué opinión le merece las redes sociales, donde parece que todo el mundo puede opinar sin saber?
Pues que hay de todo. Las Redes han abierto la posibilidad de igualar opiniones, algo aparentemente más democrático pero que evidentemente hay que saber discriminar. No es igual el respeto que me merece la opinión de un sabio de las montañas, como por ejemplo Eduardo Martínez de Pisón, que la de un tipo que jamás ha leído un libro de alpinismo.
Pero ha ocurrido igual que en otras actividades de la vida, desde la política al deporte, las redes lo han contaminado todo. Así que todo el que se mete en un debate de montaña debería saber de qué materia se está debatiendo y la credibilidad de las personas que participan en el mismo. Una vez dicho esto en los últimos tiempos lo que veo también son personas prepotentes, incluso periodistas y alpinistas, alguno incluso popular, que tildan de «alpinistas de sofá» a personas que sin ser escaladores conocidos son personas que tienen un nivel cultural de la montaña a veces muy superior a tipos que se las dan de saber mucho, porque han participado en alguna expedición al Himalaya.
Me sorprende mucho porque si yo hiciera lo mismo con esa gente dudo que nadie pudiera llegar a las 240 expediciones que yo he dirigido y realizado, ni los 23 libros que he escrito… Pero los argumentos se defienden con ideas y conocimientos y se puede escalar muy bien y ser un completo ignorante de la Historia y el Sentimiento de la Montaña.
Así que, en mi caso, entro a debatir en lugares donde veo que hay ideas defendidas con respeto y buenos argumentos. Tengo casi 20.000 seguidores en twitter, y otros tantos en Facebook e Instagram, y el único nivel que no tolero es el insulto. Me fijo más en la sensatez, en los datos y en el fondo de la cuestión que se debate, que en el historial alpino que puedan tener. Y la verdad es que me lo paso muy bien y logramos un nivel de debate, a veces, muy serio. Hay muchos montañeros del Guadarrama o de Pirineos que da gusto leerlos, por su sensatez, su seriedad o rigor. Y otros que por muchos seguidores que tengan o hooligans que se muevan detrás, ni aportan nada ni saben nada de montaña. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
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En España, ya no queda nada de la Vieja Guardia. El último, Juanito en colgar el piolet, ¿Ve savia nueva que puedan retomar aquellas grandes hazañas?
Sin duda es evidente que en España estamos viviendo un momento de inflexión en el alpinismo. Digamos al menos en lo que denominamos el Alpinismo clásico, ese hilo de conducta y actuación que unen a Mummery con Mallory, Bonatti, Terray, Buhl, Bonington, Messner o Kukuzcka, por entendernos todos. Y es una lástima. Pero es lo mismo que ha ocurrido con el alpinismo británico, el francés o el polaco. Es normal que después de grandes periodos de esplendor le sucedan periodos de ocaso. La gente se hace mayor y las fuerzas disminuyen. Muchos murieron en este largo y venturoso camino. Yo perdí a 33 amigos cercanos, parece razonable que muchos no quieran mantener ese nivel de exigencia y compromiso.
Pero sin duda nos quedan grandes alpinistas como Juan Vallejo, Iñurrategi, Zabalza, los hermanos Elias y emergentes como Manu Badiola, Oriol Baró, Iker Madoz, Martin Palá, Ollés y algunos más que son más que promesas. Hay que seguir su evolución. También espero, y me gustaría mucho, y espero mucho de ellos, que grandes atletas del mundo del esquí y las carreras, como Killian Jornet, redescubran el Alpinismo Clásico, relean los libros clásicos, de Mallory a Bonington y Scott, y les impulse a llevar a cabo, grandes ascensiones, grandes escaladas y grandes Aventuras, que no es lo mismo pero es igual. Y de momento disfrutemos de todas las grandes cosas y Aventuras que hicieron las generaciones anteriores… Echo en falta que se escriba más en español de estas Aventuras. Libros como Cita con la Cumbre o el Sentimiento de la Montaña. Yo recomendaría volver a leer, por ejemplo, los libros de Walter Bonatti. Es un placer inigualable. Nos ayuda no sólo a entender la Monntaña sino a ser mejores personas.
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¿Qué queda ahí fuera por explorar a sabiendas que ya no vamos a tener ni a un nuevo Amundsen y menos, a un Messner?
La verdad es que queda mucho más por explorar que lo que piensa la mayoría de la gente. Quedan un montón de montañas de más de seis mil metros por subir, valles por explorar, desiertos que atravesar y travesías polares por hacer antes de que se derritan los grandes hielos del planeta. Al final todo se reduce a lo que afirmó el escritor británico Rudyard Kipling: solo hay dos clases de hombres, los que se quedan en casa y los que no. Yo siempre fui de los que salí de casa a encontrarme con la aventura y nunca me arrepentiré de ello. Lo aconsejo a todo el mundo. Y creo que veremos a un nuevo Messner o Bonatti por las altas montañas del mundo. Solo se trata de saber adoptar «ese alpinismo de renuncia» al que se refería el gran alpinista italiano; es decir utilizar los medios justos, y saber renunciar a los porteadores, las cuerdas fijas, las bombonas de oxígeno, los gps, los teléfonos satélites, y aceptar el riesgo y el compromiso que exige llevar una vida tan dura como la de un gran alpinista.
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Carlos Soria con 82 años, intentará finalizar su proyecto, ¿lo ve factible?
Lo tiene difícil, pero me gustaría que lo lograra. Aunque bajo el punto de vista alpino no es una gran gesta, bajo el punto de vista humano Carlos supone todo un referente y un ejemplo de cómo vivir la vida y enfrentarla con amor a la montaña. Hasta el final.
¿Dejarán las grandes corporaciones y los medios públicos de dar subvenciones si no hay resultados en las grandes expediciones?
Sin lugar a dudas, pero ahora se medirá en resultados publicitarios y no por resultados deportivos. Ya está ocurriendo. Hoy se miden las audiencias, los seguidores en twitter o en Instagram, más que el estilo, la dificultad o el compromiso de una Aventura. Es una de las causas de la banalización a la que estamos asistiendo.
¿Cree que de no haber existido el problema de la pandemia en 2020, las expediciones comerciales se hubiesen animado a tanto en el K2 invernal?
Creo que si. El K2 es un objetivo que llevan persiguiendo las grandes agencias nepalíes en los últimos años. Lo quieren convertir en el siguiente Everest, es decir en la gran fuente de negocio del futuro, y el K2 invernal les brindaba el banderín de enganche, como ha podido verse por la acumulación de alpinistas que están en la base del K2 y que jamás hubieran tenido la más mínima posibilidad de plantearse un reto de la envergadura del K2 en invierno.
¿Piensa que alguno de los escaladores que están ahora en el K2 puede tener alguna posibilidad de éxito?
Te hubiera contestado esta pregunta lo mismo que hace unos días (ahora que ya sabemos la conclusión de la ascensión). Sólo tenían posibilidad de hacerlo un grupo de sherpas muy fuerte y con botellas de oxígeno. Y aun así no les hubiera dado más de un treinta por ciento de posibilidades de éxito. El haber gozado de una temporada invernal inusualmente menos fría de lo que suele ser habitual ha sido esencial para que alcanzaran la cima. Las fotografías de cumbre no son escenas habituales de un ochomil en invierno.
Sin duda es un éxito para el grupo de sherpas, que han demostrado una fortaleza extraordinaria. Y también es el triunfo del equipo para realizar el ataque a la cumbre con una rapidez que pocos podrían igualar. Sobre todo los dos alpinistas que lograron subir a la cumbre y bajar en el mismo día al campo base. Tardará en repetirse. Por lo demás, la abundancia de cuerdas fijas y bombonas de oxígeno hacen que esta expedición parezca más anclada en los años sesenta del siglo pasado, es decir pesada y a la antigua, más que una expedición ligera e innovadora del siglo XXI. Será el siguiente reto del K2.
Para mi lo más lamentable ha sido el accidente de Sergi Mingote, que creo que era de los alpinistas que tenía posibilidades de haber subido a la cumbre.
¿Cree que estamos ante un nuevo escenario en las expediciones a ochomiles?
Pues me temo que si. Parece que cada día quedan menos espacios de libertad para un alpinismo exigente, de dificultad y compromiso, que aborde las montañas con mentalidad del siglo XXI, que no debería ser la de las redes sociales, sino la evolución natural de Bonatti y Messner. El mundo expedicionario comercial desde luego no me interesa nada.
Muchas gracias Sebastián por este magnífico testimonio.
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