Fuente: Diario Uno de Mendoza – Natalia Sosa Abagianos
Lunes 21 de Julio de 2008
Federico Campanini es uno de los poquísimos mendocinos que escalaron el monte McKinley (6.194 metros) en la cordillera de Alaska, el más alto de América del Norte. Por la crudeza del clima, sólo se asciende entre mayo y junio en condiciones polares, lo que significa un ascenso con temperaturas a los 30 grados bajo cero o menos.
La montaña polar -como algunos le dicen- es conocida por su complejidad técnica ya que es necesario escalar extensos sectores con hielo para acceder a la cumbre. Estas expediciones demandan 17 días en promedio pero las malas condiciones meteorológicas extendieron este viaje 9 días más.
El 6 de mayo pasado, junto a Federico (31), quien es guía de montaña, partieron otros dos colegas hacia el pueblito de Alaska Talkeetna, donde los esperaban nueve clientes para emprender esta hazaña. Al día siguiente tomaron una avioneta y viajaron durante 45 minutos para aterrizar en el glaciar Kathiltna. Ahí se halla el campo base a 2.286 metros.
En ese punto, el grupo comenzó la travesía arrastrando la comida y el equipo en trineos. El plan era continuar en un solo intento hasta los 3.352 metros, con dos campamentos intermedios sin porteos, pero a los 2.926 metros los sorprendió una tormenta de nieve. Fueron tres días de espera para poder continuar su recorrido hasta la meta. Una vez allí, tuvieron otra jornada de mal tiempo.
Volvieron a subir casi 1.000 metros hacia el paso Windy Corner, que como su nombre lo indica se caracteriza por ser muy ventoso. Al otro día alcanzaron los 4.267 metros, casi la misma altura que Plaza de Mulas en el Aconcagua. Desde este momento se empezó a escalar la montaña, por lo que en adelante el equipo no dio un solo paso sin las cuerdas de seguridad.
En medio de tanta adversidad, los expedicionarios nunca tuvieron que usar linternas porque siempre los acompañó la claridad. Todo un alivio para poder montar y desarmar los campamentos con mayor facilidad.
Hubo un día de descanso antes de realizar un viaje con las cargas hasta los 5.181 metros, atravesando una zona superexpuesta con una pendiente de hielo de 50 grados conocida como las Cuerdas Fijas.
Volvieron a descender un tramo y finalmente estaban en condiciones de empezar el ataque final. Otra vez un nuevo temporal demoró la partida cuatro días casi sin poder salir de las carpas por el intenso frío y la nieve. En esa instancia la suerte estuvo de su lado porque una expedición de 17 bomberos ingleses decidió emprender su regreso y les dejaron todas las raciones de alimento para poder seguir, ya que sólo contaban con comida para 21 jornadas. De lo contrario, hubiesen tenido que abandonar la montaña.
Setenta y dos horas después de la tormenta llegó la ansiada oportunidad en un espléndido día de primavera boreal. La última etapa fue agotadora: 11 horas ida y vuelta con una sensación térmica de -45°C. «En la cumbre, felices y bajo un fuerte viento, sólo pudimos estar cinco minutos, suficientes para sacarnos fotos y ver la hermosura de la cordillera de Alaska», relató a UNO Federico.
Todos lograron su objetivo de alcanzar la cima luego de 26 gélidas jornadas. Sólo un expedicionario, un hombre de 64 años, sufrió congelamiento en ocho de sus dedos, pero su recuperación era bastante favorable.
