El cerro Mercedario se encuentra en la provincia de San Juan y tiene una altura de 6.770 metros. El pasado 20 de enero junto con dos sacerdotes amigos, Jorge González y Jorge Bender, comenzamos el desafío de subirlo con la misma aspiración con que habíamos subido el Aconcagua el año anterior: celebrar Misa en la cumbre.
El pueblo desde donde se inicia la aproximación se llama Barreal, al cual llegamos (día 1) desde Mendoza pasando por Uspallata. En barreal debimos tomar una 4×4 (único modo de ir) para llegar hasta un puesto llamado Las Amarillas. Este camino es muy lindo ya que va al borde del río Los Patos por donde cruzó una de las expediciones de San Martín a Chile.
Después de dos horas de subidas y bajadas de más de 40º llegamos a Las Amarillas, un pequeño puesto de forestación de la provincia a 2.000 metros, donde no hay más que una precaria casa y una pequeña habitación construida de adobe donde pasamos la noche.
Al día siguiente (día 2) con toda la expectativa, comenzamos la marcha hacia el campamento base, trayecto que nos llevaría tres días de camino. Comenzamos a caminar con un día totalmente nublado. Hasta el campamento base hay un camino abandonado ya que en toda esa zona había una mina de oro y zinc que cerró hace un par de años. De hecho las paradas son campamentos mineros abandonados.
Caminamos durante 5 horas junto al río Blanco cuya particularidad era su impresionante caudal de agua. Llegamos al primer campamento minero llamado El Molle , donde movidos por la ansiedad decidimos seguir hasta la siguiente etapa que era otro campamento minero. Grave error, faltaban 5 horas más de camino y 1.000 metros por subir. Así es como después de 10½ Hs. de marcha llegamos a una pequeña construcción abandonada a 3.160 metros.
En toda ésta etapa la mayoría del equipo era llevado por dos mulas que nos acompañarían hasta el campamento base llevadas por un arriero.
A pesar de estar acompañado por algunas ratas dormimos extraordinariamente bien ya que se sentían las 10 hs. de marcha del día anterior. La siguiente etapa era llegar al campamento base. También con el día totalmente nublado, después de dos horas de camino llegamos (día 3) al campamento base «oficial» llamado Guanaquito. Este está a 3.600 m. y consideramos que era muy bajo para la aclimatación, por tanto después de convencer al arriero, seguimos la marcha 2 hs. más hasta llegar a Piedras Coloradas, un lugar muy bueno para hacer el campamento base a 3.880 m.
En éste lugar ya podíamos contemplar la espectacularidad del vuelo de los Cóndores y gran cantidad de guanacos que nos rodeaban.
Al siguiente día (día 4) realizamos el porteo al primer campamento de altura (5.000). Al levantarnos estaba totalmente despejado y pudimos ver la majestuosidad de la Cordillera. Con la alegría de ver que el buen tiempo empezaba a ser realidad, a las 8:45 comenzamos la marcha hacia el campamento de 5.000 con todas las provisiones necesarias para los campamentos de altura. En éste día nos encontramos con la primera dificultad: nos perdimos. Después de dar vueltas tres horas encontramos la senda, para comenzar una dura subida llamada Cuesta blanca.
Una de las características del Mercedario es que no hay gente. En toda la montaña sólo había dos expediciones, nosotros y un grupo de tres italianos con un guía. Al subir nos habíamos cruzado con tres expediciones que bajaban, quienes no pudieron llegar a la cumbre por el mal tiempo. ¿Porqué comento la falta de gente? justamente porque por la poca gente que lo sube en algunos lugares no está marcado el camino, hay lugares que realmente se complica. De hecho no hemos perdido cuatro o cinco veces. Después comentaré.
Sintiendo ya la falta de oxígeno, llegamos al campamento de 5.000 llamado Pirca del Indio inferior. Dejamos todo lo que habíamos cargado y descendimos al campamento base, que cuando uno llega es como llegar a casa… comida, baño con agua de deshielo y sobre todo oxígeno necesario para poder dormir bien.
Después del porteo es casi obligatorio tomar un día de descanso (día 5), además es necesario para la aclimatación del organismo a la altura. Al día siguiente (día 6) comenzamos la marcha hacia el campamento de 5.000 donde ya teníamos equipo de altura. Durante 7 horas ascendimos, pero ésta vez ya sin perdernos ya que conocíamos el camino porque lo habíamos hecho para el porteo.
A 5.000 metros ya no hay ríos, por tanto es necesario descongelar nieve para conseguir agua, tarea que comenzamos a hacer apenas llegamos ya que es un proceso muy lento. De una cacerola llena de nieve apenas queda un tercio de agua, y derretirla con -10º de temperatura ambiente se hace muy difícil. El tiempo era muy bueno, factor fundamental en toda escalada. Pero eso no quiere decir que no hacía frío, especialmente a la noche. Después de una comida abundante (todavía a 5.000 el organismo acepta alimentos) registramos una temperatura de -14º y siendo ya las 20:00 hs. Decidimos ir a dormir, no
tanto por la hora sino por el frío, que el único modo de defenderse es metere en la bolsa de dormir.
Las noches en altura se hacen muy largas, porque por un lado no se puede dormir bien por la falta de oxígeno. Uno está muy cansado pero de todas maneras es difícil conciliar el sueño. Hay que estar dentro de la bolsa aproximadamente 12 horas, porque salir antes de las 8 de la mañana es casi suicida por el frío que hace. Por tanto no queda otra que cargarse de paciencia y esperar que pase el tiempo. El otro factor que dificulta el sueño es la expectativa que uno tiene a medida que se va avanzando. En esas largas horas de espera se piensa si se va a llegar, si va a ver buen tiempo, si se sufrirá algún accidente, y
después de varias horas de desvelo ya se piensa si volverá al llano…
Así es como después de una larga espera comienza un nuevo día. Empieza la rutina de levantar campamento: desarmar la carpa, decidir que dejar y qué llevar (siempre se piensa que quedan cosas esenciales), armar la mochila, cargarla, quejarse que está muy pesada… y empezar la siguiente etapa hasta el campamento que está a 6.200 metros llamado El Diente.
En este tramo se empieza ver la espectacularidad del Mercedario, ya que todo va quedando abajo. Frente a nosotros estaba la cadena de Ansilta, una cadena montañosa con 6 cumbres nevadas, realmente espectacular. Con mucha paciencia, ya que los pasos son muy lentos por la falta de oxígenos, subimos durante 8 horas (día 7) hasta que finalmente llegamos al campamento. Si hacía frío en el campamento anterior, mucho más en éste. Simplemente les doy un dato: el termómetro que tenía en el reloj medía hasta -20º, a las 20:00 cuando voy a ver qué temperatura marcaba se había «colgado», es decir superó
los -20º. En éste campamento tuvimos una dificultad muy seria con los calentadores. El camping gas (calentador con cartuchos de gas) es muy débil por la altura, por tanto era necesario ½ hora para hacer un té. El otro calentador que teníamos era el mejor para altura, es un MSR (funciona con bencina). Pero gran sorpresa!!! por la falta de oxígeno no hacía combustión, por tanto NO FUNCIONABA… (En el Aconcagua a 5.900 funcionó perfectamente).
Descongelar nieve para tener agua ese día y el siguiente para ir hasta la cumbre se convirtió en una misión imposible. Casi sin comer, no por la falta de agua, sino por las náuseas que se tienen por la altitud fuimos a «dormir». Otra misión imposible por los motivos que mencionaba más arriba.
Finalmente llegó el día tan esperado. A las 8:30 comenzamos la última etapa (día 8) con la esperanza de llegar hasta los 6.770 metros. Ya comenté alguna vez lo lento que es subir a ésta altura. La longitud de los pasos que se dan no llega a superar el propio pié, así es como para subir 570 metros fueron necesarios 7 ½ hs. En ésta etapa nos encontramos con una dificultad que sabíamos pero es muy distinto vivirla: es la presencia de falsas cumbres. ¿Qué significa? Se va subiendo y uno ve la cumbre (ya a esta altura no funcionaba el altímetro ya que mide hasta 6.000) y al llegar descubre que no es y que está un poquito más adelante. A juntar fuerzas y seguir hasta lo que uno piensa que es la cumbre, pero al llegar NO ES. Así 7 veces (siete falsas cumbre), pero finalmente llegamos a la verdadera cumbre. Me preguntaban cómo te das cuenta que es la verdadera, muy sencillo, porque no queda nada más arriba… Además hay una cruz y un cuaderno de cumbre donde anotamos el día y la hora y la celebración de la Misa por la paz en el mundo entero.
Cómo eran las condiciones al llegar a la cumbre, muy buenas. Un cielo totalmente despejado, mucho viento y unos -5º de temperatura. Pero a pesar del viento y del frío, la alegría de haber llegado, de contemplar el Aconcagua a 200 Km. con su imponente presencia en medio de la cordillera, de ver toda la cordillera hacia los cuatro puntos cardinales, era mucho más fuerte que el cansancio que teníamos. Con ésta emoción comenzamos la celebración de la Misa, que ciertamente fue muy breve…
Siempre que se llega a una cumbre, a uno le gustaría quedarse más tiempo, pero hay que calcular el tiempo de bajada y el resto físico que queda, el cual suele ser muy pobre. Al bajar hay que tener mucho cuidado. Las estadísticas de accidentes de montaña revelan que suele ser mayor la cantidad de accidentes al bajar y no al subir. ¿Porqué? muy simple, al subir se está muy atento y toda la expectativa está en realizar cumbre. Al bajar ya se cumplió el objetivo, quedan menos fuerzas y la atención es mucho menor.
El tiempo que tardamos para subir fue de 7 horas pero lo bajamos en sólo 3. Llegamos al campamento exhaustos. Apenas tomamos una jarra de te (después de esperar ½ hora para descongelar nieve) y antes de quedar duros por el frío y el cansancio muscular nos metimos dentro de las bolsas de dormir. (Al fondo el Aconcagua). Esta segunda noche a 6.200 dormimos un poquito mejor, o por lo menos dormimos algo.
Al despertar nos esperaba el campamento base. Esto significa bajar de 6.200 a 3.800 metros. El día comenzó (día 9) con fuertes ráfagas de viento por lo tanto fue IMPOSIBLE derretir nieve para la bajada. Sin agua comenzamos el descenso. A 5.500, una vez más, nos perdimos. Casi sin darnos cuenta descubrimos que estábamos en una hoya de nieve y debíamos subir parte de lo que habíamos descendido para retomar el camino. A éste problema se le sumó que comenzó el viento blanco (peor enemigo del escalador). Son ráfagas de viento gélido que por momentos no se llega a ver a 3 metros, por tanto hay que detenerse porque se pierde el sentido de la orientación. Por otro lado no es bueno quedarse mucho tiempo parado, porque la traspiración del cuerpo comienza a congelarse y puede pasar que uno se quede duro… Por tanto hay que moverse y seguir en los momentos en que las ráfagas son menores y hay visibilidad. Así estuvimos tres horas, hasta que llegamos a la senda que desembocaba en el campamento que habíamos hecho a 5.000. Lo más importante en éste lugar es que habíamos dejado una botella de agua bien protegida por las dudas… Llegamos con tanta sed, que parecíamos haber cruzado un desierto y no una montaña. ¿Porqué no tomar nieve? Un poquito se puede, pero tomar nieve produce diarrea por ser agua no mineralizada. Lo único que a uno le falta es que entre la lucha contra el frío y el viento blanco, tenga una gran descompostura…
Finalmente llegó la hora de dejar el campamento base y volver a donde nos había dejado la 4*4. Con el cansancio acumulado de toda la ascensión emprendimos la marcha hasta Las Amarillas. Aspirábamos a bajar en un sólo día, especulando con que al bajar se necesita menos tiempo. Bajamos cinco horas y llegamos hasta El Molle a las 3 de la tarde y ya que era temprano y calculamos erróneamente que nos faltaban no más de 4 horas, decidimos continuar el camino. Otra vez grave error. Hubieran sido 4 horas si era bajada, pero ya en ésta parte casi no hay desnivel, por tanto tardamos 8 horas en vez de 4. Fue tan duro como los días de altura, en total caminamos 13 horas. Tuvimos dos episodios que vales la pena contarlos.
El primero es que tomamos un atajo para evitar el camino abandonado que subía 200 metros. Este camino iba junto al río Blanco y cada vez se angostaba más, hasta que en un momento nos encontramos en un precipicio de 20 metros que terminaba en el río y una pared que era muy difícil cruzarla sin soga. Movidos por las ganas de llegar y por no volver atrás cruzamos la pared, que de caernos íbamos directamente al río…
Cuando pensábamos que ya había terminado todo riesgo y podíamos ver Las Amarillas (era de noche y había luna llena) nos encontramos con la consecuencia de los 10 días de sol que habíamos tenido arriba: un río que 10 días antes era un «hilo de agua» se había convertido en un caudal de 8 metros de ancho y tenía tanta agua que superaba las rodillas.
Debido al fuerte sol de esos días hubo grandes deshielos. Hace 12 horas que estábamos caminando, con éste cansancio acumulado debimos cruzar el río, que no fue nada sencillo.
Finalmente y sin entrar en detalles del estado físico LLEGAMOS a Las Amarillas…
Pbro. Marcos Thierry.
