Por Carlos Eduardo González | Redacción Alpinismonline Magazine
Primero fue un ruido ensordecedor. Y el enorme serac se desplomó, brutal, sin nada que pudiese detenerlo. Luego silencio. Y después otra vez silencio. Fue allí que la montaña comprendió que debía generar sus propios sonidos. Comprendió que algo importante estaba sucediendo.
Y así, de esta manera, empezó a hacer las cosas pensando que iba a jugar aquél juego solo con sus propios espíritus, que nada habría en el camino, que pudiese cambiar el curso de las cosas tal como la misma naturaleza lo había planeado. Y entonces fue feliz por ello.
Así vio que el tiempo transcurría, implacable, y lo que antes había sido casi inexorable, era ahora un llamado de atención. Era simplemente la confirmación que esta vez, solo por esta vez, debía ensayar otra melodía. Y volvió a ser feliz.
Había entonces una enorme cascada, granítica, insoslayable, en el camino hacia la gloria, ahora solo poblada por espíritus, aquellos, de otros tiempos, que supieron atravesarla, o inclusive decidieron quedarse eternamente junto a ella. Y esa cascada vio que aquellas enormes escaleras humanas ya no estaban. Que, por alguna razón seguramente bien justificada, hoy no habían sido colocadas como estigmas por sobre sus delicados brazos, que, desde tiempos inmemoriales, se baten entre los fuegos de la tarde de verano, y las nieves de las noches de invierno. Ahora, esa fría mole, cobra vida, sin nadie que lastime su propio cuerpo.
Cuando ya el tiempo fue suficiente, la montaña, comprendió que lo que en un principio había sido solo un sueño, se había convertido en realidad, entonces, empezó a ensayar otras cosas. Algo así como, a curar sus heridas. Y eso fue simplemente el comienzo.
La montaña de esta manera, empezó a respirar. Aire puro, aire fresco, y dio sus primeras señales, dejándose ver desde distancias muy lejanas, que hacía ya decenios, habían olvidado que allí, muy escondidas y remotas, estaban ellas, con sus espíritus infalibles, contemplando este gran momento, que pudo haber soñado, y que ahora estaba dejando de ser sueño.
Y así pasaron los días, las semanas, los meses, hasta que la montaña se acostumbró a su nuevo cuerpo, y si, seguro, fue muy feliz por ello.
La cuestión es que todo tiene un origen cíclico, y ese silencio, más tarde o más temprano, será roto y no precisamente por la caída de un serac.
Debiéramos pensar seriamente en todo esto y tomarlo como un simple llamado de atención, mucho más allá que para este escenario de montaña, que tanto amamos quienes estamos aquí, ahora en este momento.
En el simple hecho que esas montañas, que la misma naturaleza, y los grandes océanos, estuvieron casi un año disfrutando de su silencio, y empezaron a corregir tibiamente todo aquello que hicimos en pos de intentar estar un poquito más arriba que ellas, como producto de nuestro propio ego.
No está mal disfrutar plenamente de la montaña, de la naturaleza, del océano. Pero hacerlo sin alterar en lo más mínimo su propia esencia, es un deber que debemos cumplir a consciencia, sin que tenga que haber un nuevo llamado de atención, que nos ponga alertas, y nos muestre definitivamente, cual es el camino a seguir.
Debiéramos entonces volver a ellas con este gran aprendizaje. Eso sería lo bueno. Pero, sabemos que somos implacablemente imperfectos, y seguramente, muchos habrán comprendido el mensaje, pero otros tantos, habrán desarrollado mucho más fuerte su propio ego.
Amar a la montaña, a la naturaleza, en toda su misma esencia, no es simplemente ir a ellas y desplegar todas nuestras furias reprimidas, en pos de una pasión desenfrenada. Amar a la montaña, o a la naturaleza, es quizás ir a ellas, pausadamente, sin apremios, disfrutar de sus bondades con prudencia, y aprender todos sus conceptos, que simplemente, nos dejó, como legado, marcado a fuego en nuestras mentes, con un simple hecho, tan insignificante y contundente, que, de tan pequeño, solo sabemos que existe porque nos lo dicen, ya que no podemos verlo.
Mi dolor más grande es ver, que, en muy poco tiempo, volveremos a ellas, de la manera que desde hace algunos años estuvimos haciendo, sin prestar atención a los mensajes, que fueron dados, tan sutilmente por estos tiempos, con el único objetivo de preservarla, respetarla y no intentar ser un poquito más altos que ella, que es algo muy distinto a subirlas.
Hoy, casi con sorpresa, en una de ellas, que estaba muy pero muy acostumbrada a su invierno, que ni siquiera pensaba en multitudes, y mucho menos en montajes novelescos, el ser humano está haciendo algunas de sus cosas, volviendo a lo que era, sin ningún aprendizaje quizas. Veremos cómo reacciona ella. Porque ustedes saben, que tiene vida propia. ¿Verdad? Que no es simplemente una mole de piedra. Que fue nutriéndose de sabiduría, con aquellos espíritus que alguna vez quisieron poseerla, y que quedaron allí, jugando un sueño eterno.
Esperaremos que simplemente haga oídos sordos, y siga disfrutando de su invierno y su nueva condición, que ni se dé cuenta, que hemos vuelto. Y esperemos por sobre todas las cosas, que no transforme en ira, toda esa paz conseguida tan hábilmente, en estos últimos tiempos.