Un informe de Fernanda Insua y Carlos Eduardo González | Alpinismonline Magazine
El 21 de septiembre de 1962 marcó un quiebre en la salud ambiental del Pacífico Sur y, si extendemos un poco más nuestro pensamiento, en la del Planeta entero. Aquél día, el gobierno francés estableció un área dentro su jurisdicción en la Polinesia, bajo su soberanía, para la realización de pruebas nucleares.
De esta manera, la Polinesia Francesa, ese paraíso que persiste lógicamente como tal en nuestros días, adquiría casi sin quererlo de un toque oscuro, nefasto y perjudicial para la salud ambiental y humana.
A plena luz del día, el cielo se iluminó. El destello pudo verse en toda el Pacífico Sur, seguido por un rugido estremecedor y una enorme nube que se levantó hacia los cielos. El 24 de agosto de 1968, a las 5:30 de la tarde, Francia se convirtió en la quinta potencia termonuclear de la historia.
Los atolones de Mururoa y Fangataufa se establecían como área oficial para pruebas nucleares, las cuales se desarrollaron entre 1966 y 1996, en un total de ciento noventa y cinco explosiones, que dejaron marcado a fuego aquél paraíso por un período no menor a los cien mil años, definitivamente inviable para la vida humana, con todas las consecuencias ambientales que ustedes mismos pueden imaginar al leer estas conclusiones.
El entonces mandatario francés, Charles de Gaulle, ante los reportes que traían sus funcionarios sobre el éxito de la bomba de hidrógeno en tierras lejanas, dijo: "Ningún país sin bombas atómicas puede considerarse independiente".
Veintitrés años atrás, en 1945, él mismo había marcado el camino para que su país ingresara a la lista de fabricantes de armamento nuclear. Entonces, Francia acababa de repeler a los nazis que ocuparon su territorio durante la Segunda Guerra Mundial. Con el recuerdo aún vivo de los invasores, el presidente ordenó la creación de la Comisaría de Energía Atómica, el primer paso para desarrollar un programa nuclear que garantizara la independencia del suelo galo y disuadiera a las nuevas potencias mundiales (Estados Unidos y la Unión Soviética) de atacar los intereses franceses.
El 13 de febrero de 1960, en el oasis Reganne, 692 kilómetros al sur de la provincia de Bechar, estalló la primera bomba nuclear con bandera francesa. Bajo el nombre clave de Gerboise Bleue (Roedor Azul) liberó 65 kilotones de energía. Ese mismo año fueron realizadas otras cuatro pruebas atmosféricas (explosiones al aire libre). Varios países africanos presionaron a París para que frenara sus pruebas nucleares; además, las partículas radiactivas eran llevadas por el viento hacia el norte y alcanzaban tierras galas. Sin embargo, los científicos encontraron una alternativa: ensayos nucleares subterráneos. Trece de ellos fueron realizados entre 1961 y 1966.
Las presiones internacionales crecieron y Francia tuvo que buscar un nuevo destino para probar su armamento. En 1962 lo encontró.
Pero vayamos de a poco, vamos a los comienzos, hace algunos millones de años.
Los atolones
Un atolón es una isla coralina oceánica, por lo general con forma de anillo más o menos circular, o también se entiende como el conjunto de varias islas pequeñas que forman parte de un arrecife de coral, con una laguna interior que comunica con el mar. Los atolones se forman cuando un arrecife de coral crece alrededor de una isla volcánica, a medida que la isla se va hundiendo en el océano. Debido a que es una isla más o menos de coral; la diversidad de peces ahí es considerablemente grande.
En 1842, Darwin publicó una explicación respecto a la formación de los atolones. Esa explicación, que aún hoy sigue siendo aceptada, indica que el atolón se origina en una isla volcánica, alrededor de la cual crecen corales formando un arrecife anular. Luego, con el tiempo, el volcán que emerge en la isla, se extingue y la tierra se va hundiendo hasta desaparecer por debajo del nivel del mar, formando una laguna interior. Todo este proceso descripto puede demandar unos treinta millones de años.
La Polinesia Francesa
Es una colectividad francesa de ultramar localizada en el Pacífico Sur, compuesta por ciento dieciocho islas y atolones, de los cuales sesenta y siete se encuentran habitadas. La isla Tahití, en el archipiélago de la Sociedad, es la más importante y poblada de las islas, con Papeete, su capital.
Todo este conjunto de islas no estaban unidos hasta el protectorado francés que se estableció en 1889, coincidentemente con el protectorado chileno en Rapa Nui Isla de Pascua, un año antes. La primera de estas islas que fue habitada por aborígenes polinesios fueron las Islas Marquesas en el año trescientos y el archipiélago de la Sociedad en el año ochocientos.
Los contactos con europeos comenzaron en 1521 cuando el explorador portugués Fernando de Magallanes al servicio de España avista Pukapuka en el Archipiélago de Tuamotu. En 1595 el español Álvaro de Mendaña descubre y bautiza el archipiélago de Las Marquesas. El portugués, Pedro Fernández de Quirós llega a las Tuamotu en 1605. El holandés Jakob Roggeveen arriba a Bora Bora en las Islas de la Sociedad en 1722, y el explorador británico Samuel Wallis llega a Tahití en 1767. Un año después, el francés Louis Antoine de Bougainville también arriba a Tahiti mientras que el explorador británico James Cook la visitó en 1769.
El rey Pomare II de Tahití se vio obligado a huir a Moorea en 1803, él y sus súbditos se convirtieron al protestantismo en 1812. Los misioneros católicos franceses llegaron a Tahití en 1834; su expulsión en 1836 causó que Francia enviara un buque de guerra en 1838. En 1842, Tahití y Tahuata fueron declaradas un protectorado francés, para permitir que los misioneros católicos trabajaran sin ser molestados. La capital de la localidad fue fundada en 1843. En 1880, Francia se anexionó Tahití, cambiando su estatus de un protectorado al de una colonia.
En la década de 1880, Francia reclamó el Archipiélago de Tuamotu, que perteneció a la dinastía Pomaré, sin anexarlo formalmente. Tras haber declarado un protectorado sobre Tahuatu en 1842, los franceses consideraron a todas las islas Marquesas como francesas. En 1885, Francia nombró a un gobernador y estableció un consejo general, dándole una adecuada administración de colonia. Las islas de Rurutu y Rimatara estuvieron bajo presión para estar bajo protección británica en 1888 sin éxito, por lo que en 1889 fueron anexadas por Francia.
Esta es la historia del porqué esta parte de la Polinesia fue anexada a Francia. Entre 1976 y 2004, la Polinesia Francesa mantenía el estatus de Territorio de Ultramar (Territoire d´outre-mer). Desde 2004, es una Colectividad de Ultramar (Collectivité d´outre-mer). El presidente de la Polinesia Francesa es el jefe de Gobierno. El poder ejecutivo está representado por el presidente, el Alto Comisionado, el presidente de la Asamblea y el gabinete o Consejo de Ministros. El poder legislativo está representado por la Asamblea de la Polinesia Francesa. La Polinesia Francesa no cuenta con un ejército como tal, y las labores de defensa del archipiélago son responsabilidad de Francia.
Historial de pruebas nucleares de Mururoa.
Mururoa, también llamado Moruroa, es un atolón de las Tuamotu, en la Polinesia Francesa. Administrativamente depende de la comuna de Tureia, pero fue cedido por la Asamblea Territorial al Centro de Experimentación del Pacífico, junto con el atolón Fangataufa, para hacer pruebas nucleares.
Es una zona militar con acceso prohibido sin autorización. Está situado al sur del archipiélago, a 1250 km al sureste de Tahití.
El atolón tiene una forma ovalada de 28 km de largo y 11 km de ancho. Tiene un paso a la laguna interior al noroeste, de 10,2 metros de profundidad y 100 metros de ancho. La laguna tiene una profundidad media de 37 metros. Dispone de varios edificios y construcciones militares, además de dos aeropuertos y tres puertos marítimos. Actualmente solo está habitado por una unidad militar de vigilancia.
Mururoa y su atolón hermano Fangataufa fueron establecidos como sitios de pruebas nucleares por Francia el 21 de septiembre de 1962 mientras que el atolón Hao, a 245 millas náuticas (450 km) al noroeste de Mururoa fue elegido como base de apoyo para este tipo de operaciones. Allí se realizaron extensas pruebas entre 1966 y 1996.
La primera prueba nuclear, cuyo nombre en código era Aldebaran, se llevó a cabo el 2 de julio de 1966, cuando una bomba de fisión de plutonio explotó en la laguna de Mururoa.
El primer artefacto nuclear que estalló en la zona se llamó Aldebarán (la estrella más brillante en la constelación de Tauro). Se accionó el 2 de julio de 1966 sobre una barcaza en el centro de la laguna de Mururoa. Los vientos cambiaron y llevaron las partículas radiactivas a las islas cercanas, pero nadie le avisó de este imprevisto a la población nativa.
Las pruebas nucleares realizadas fueron de dos tipos: ciento setenta y ocho fueron ensayos nucleares en los que las explosiones de los dispositivos nucleares produjeron grandes descargas de energía, y quince fueron "ensayos de seguridad" (safety trials) en los que se simularon accidentes, explotando los dispositivos nucleares con explosivos convencionales, produciendo, en estos casos, una baja descarga de energía liberada.
Del total de detonaciones, cuarenta y una se realizaron en la atmósfera (treinta y siete en Mururoa y cuatro en Fangataufa), realizadas entre julio de 1966 y septiembre de 1974, además se efectuaron ciento treinta y siete detonaciones subterráneas (ciento veintisiete en Mururoa y diez en Fangataufa) producidas entre junio de 1975 y enero de 1996. De los quince "ensayos de seguridad" llevados a cabo en el atolón de Mururoa, cinco fueron atmosféricos y diez explosiones subterráneas.
La mayor parte de las pruebas nucleares atmosféricas se efectuaron con el dispositivo suspendido en globo algunos centenares de metros sobre la superficie de la laguna; en tres casos los dispositivos se dejaron caer desde aviones.
En todos los casos la altitud de la detonación fue suficiente para que no se alcance el nivel del mar, minimizando así la producción de precipitación radiactiva local ("fallout local"). Hubo sin embargo, cuatro pruebas nucleares atmosféricas (tres efectuadas en el atolón de Mururoa y una en el atolón de Fangataufa) en los que el dispositivo fue colocado sobre una barcaza que flotaba en las lagunas.
En estos casos, la mayor parte del material radiactivo fue dispersado en los atolones, en el mismo lugar de las detonaciones. Los cinco "ensayos de seguridad" efectuados en la atmósfera, fueron llevados a cabo en la parte norte de Mururoa, en tres sitios sobre el borde del atolón, identificados como Colette, Ariel y Vesta.
Las pruebas nucleares subterráneas se efectuaron a profundidades de entre 500 y 1100 metros (en el basamento de basalto) en forma vertical en las márgenes o bajo el fondo de las lagunas de ambos atolones.
La nueva capacidad destructiva de los galos alarmó al mundo entero. De inmediato, Australia y Nueva Zelanda lanzaron una campaña diplomática de presión internacional que encontró eco en la Corte Internacional de Justicia, que en 1973 ordenó a París cesar las pruebas atmosféricas en el Pacífico Sur.
Cada explosión generó calor intenso y altas presiones. Ello hizo que se funda el basalto en la vecindad inmediata del sitio de la detonación y se formase, hacia arriba, una cavidad aproximadamente esférica y una "lente" o "menisco" de piedra de basalto fundido en el fondo de la cavidad.
Al enfriarse la piedra de basalto fundido, la lava solidificó como un vidrio, varias horas después de la explosión, la piedra de basalto fracturada se derrumbó dentro o sobre la cavidad, creando una cavidad-chimenea lleno de piedra fragmentada.
De los diez "ensayos de seguridad" subterráneos llevados a cabo en huecos cilíndricos verticales bajo la margen nordeste del atolón de Mururoa, siete de ellos se efectuaron en la formación de carbonato, a profundidades algo superior a los 280 metros, y tres en la parte inferior de la formación de carbonato, pero dentro del basalto e involucraron una liberación de energía tal que produjo hundimiento de las formaciones de carbonato.
Disturbios climáticos
Los meteorólogos profesionales y aficionados han observado patrones climáticos inusuales varios días después de cada prueba. La mayoría sospecha que estas irregularidades pueden haber sido causadas por la evaporación del agua de mar circundante durante las pruebas. Se han visto y soportado irregularidades en todo el Pacífico, particularmente en Nueva Zelanda, el este de Australia y otros grupos de islas en el Pacífico sudoccidental. Las perturbaciones no son consistentes con ningún patrón meteorológico preexistente.
Una explosión no prevista
Un accidente grave ocurrió el 25 de julio de 1979 cuando se realizó una prueba a la mitad de la profundidad habitual porque el dispositivo nuclear se atascó a medio camino del eje de 800 metros. Fue detonado y causó un gran deslizamiento de tierra submarino en el borde sudoeste del atolón, causando que una gran parte de la pendiente exterior del atolón se desprendiera y causando un enorme tsunami. La explosión causó una grieta de dos kilómetros de largo y cuarenta centímetros de ancho que apareció en el atolón.
En junio de 1995, un mes después de llegar a la presidencia de Francia, Jacques Chirac anunció el fin de la moratoria de ensayos nucleares -decretada unos años antes por su predecesor, François Mitterrand - y autorizó nuevas pruebas subterráneas en los atolones de la Polinesia.
Se realizaron seis explosiones, la última en enero de 1996. Chirac justificó su decisión aduciendo que todos los científicos se lo habían aconsejado, "para asegurar la fiabilidad de nuestra disuasión".
Actualmente Francia sigue siendo unas de las mayores potencias nucleares, tanto en el ámbito civil como militar. El 77% de la producción de electricidad es de origen atómico.
En 1996, Francia dio por terminado su programa nuclear firmando varios tratados de desarme, que incluyeron campañas de limpieza radiactiva. La prensa mundial y el gobierno de Nueva Zelanda denunciaron que Mururoa y Fangataufa se desmoronaban.
Situación actual
En 2006, el Ministerio de Defensa francés reconoció que veintidós pruebas subterráneas habían originado la liberación de gases radiactivos.
A pesar de las repetidas demandas de las autoridades polinesias, un proyecto de ley aprobado por el parlamento francés en 2010 ignoró las consecuencias ambientales de los ensayos nucleares aunque reconoció su impacto en la salud pública y proporcionó una compensación.
Todos los años, el departamento de monitoreo del centro de pruebas nucleares (DSCEN), una rama de la agencia de adquisición de armas (DGA) de Francia, toma muestras de la tierra y la laguna de ambos atolones y del océano circundante. El informe del 2009 señala "un bajo nivel de radioactividad artificial". Sin embargo alrededor de cinco kilogramos de plutonio están atrapados en el sedimento en el fondo de las lagunas de Mururoa y Fangataufa, según el senador francés Roland Courteau.
Algunos científicos sostienen que el daño ambiental es severo, tanto, que las pruebas nucleares tendrían que ver en el tsunami que destruyó al Pacífico Sur en 2004.
Las cavidades de prueba aún contienen productos de fisión y varias sustancias radiactivas. Se han excavado dos fosas especialmente para el almacenamiento de residuos nucleares. La actividad total de los residuos que se han acumulado en el subsuelo de Mururoa asciende a 13.279 terabecquerels (TBqs), según una evaluación realizada en junio de 1998 por la Autoridad Internacional de Energía Atómica. "Eso es 371 veces el umbral para la clasificación de instalaciones nucleares básicas", dice Bruno Chareyon, jefe del comité de investigación independiente e información sobre radioactividad (Criirad), un laboratorio francés sin fines de lucro. Más de 3.200 toneladas de diversos tipos de residuos radiactivos se vertieron en el Pacífico, hundiéndose a profundidades superiores a los 1.000 metros de la costa de Mururoa y la isla de Hao.
Durante mucho tiempo, las autoridades polinesias se dejaron engañar por la historia oficial de pruebas limpias y las perspectivas de desarrollo económico. En julio de 2010, el ex líder del consejo territorial, Gaston Tong Sang, escribió al entonces ministro de medio ambiente, Jean-Louis Borloo, y se atrevió a sugerir que el ministerio de medio ambiente, que gozaría de "mayor independencia y legitimidad", debería hacerse cargo de la vigilancia ambiental.
A finales de agosto de 1995, el periodista Enric González viajó a la Polinesia francesa, para narrar desde allá, la vida de los habitantes de este lejano reducto del imperio francés. "Durante años, los trajes de protección y los jabones antirradiactivos estuvieron reservados a los legionarios y los técnicos llegados de la metrópoli. Los polinesios eran desechables"
En su carta, Sang también solicitó una aclaración del estado de radiación de Hao, que se usó como base avanzada para el Centro de Experimentación del Pacífico (CEP) y la Comisión de Energía Atómica de Francia (CEA). Esta solicitud fue repetida en junio de 2011 por el delegado de DSCEN de la Polinesia Francesa. Un mes después, el 11 de julio, el alto comisionado, Richard Didier, se negó a iniciar más observaciones. Dijo que "todos los resultados obtenidos muestran la ausencia de contaminación radiactiva". Contactado por Le Monde, el representante del gobierno en la Polinesia Francesa se negó a responder preguntas.
Un informe filtrado en el año 2012 generó nuevos temores acerca del peligro de colapso del atolón Mururoa según Mururoa e Tatou (MET), la Asociación Nuclear en la Polinesia Francesa, afirmando que el gobierno francés lo ha mantenido en secreto desde 2010.
El presidente de la Asociación Nuclear, Roland Oldham, dijo al programa Pacific Beat de Radio Australia que el material radioactivo podría ser liberado en el Océano Pacífico si el atolón colapsara. El funcionario francés de seguridad nuclear, Marcel Jurien de la Graviere, sugirió que las personas en el cercano atolón de Tureia podrían estar expuestas a la radiación trescientas veces más que en Francia. Si el atolón se derrumba, podría haber ramificaciones internacionales.
Víctimas de las pruebas
Un estudio ha constatado enfermedades congénitas en los nietos de trabajadores que intervinieron en la realización de dichos experimentos nucleares.
El Dr. Christian Sueur es autor de un estudio sobre los efectos de las pruebas nucleares en los niños de la Polinesia francesa que fue revelado por el rotativo Le Parisien este año. Allí se describe la detección de una enfermedad congénita que afecta el cromosoma diez desarrollada por un niño a la edad de dos años, caracterizada por un retraso mental grave, problemas psicomotores, de expresión oral y anomalías en sus rasgos faciales y que el autor señala es consecuencia del trabajo realizado por su abuelo en los años setenta en el Centro de Experimentación del Pacífico (CEP), donde se realizaban los ensayos atómicos.
Es muy probable que el padre del niño también sea una víctima de aquellas explosiones con el desarrollo de un cáncer de huesos cuando tenía 40 años.
El Dr. Sueur, hasta el año pasado responsable de la unidad de psiquiatría infantil en la Polinesia francesa, no tiene dudas respecto a las causas del sospechoso número niños con alteraciones genéticas hallado entre los nativos de aquellas islas. La radioactividad, según él, afectó las células germinales, las que originan el esperma de los hombres y los óvulos en las mujeres. Las pruebas nucleares por lo tanto no sólo generaron un aumento de diversos tipos de cánceres en aquellas personas directamente expuestas a la radiación, sino que los efectos perjudiciales continúan presentes y podrían ser transmitidos a nuevas generaciones como patologías hereditarias.
Aproximadamente una década después del final de los ensayos nucleares, un grupo de investigadores franceses del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia (INSERM) aseguró, mediante el estudio de 239 casos de cáncer, que existía un fuerte vínculo entre los efectos ocasionados por las pruebas nucleares y el riesgo de cáncer de tiroides.
Por otra parte, Sueur denuncia la pasividad de las autoridades médicas estatales francesas y también las de Polinesia, que prefieren minimizar o incluso negar el problema, para no alarmar a la población. Los incómodos hallazgos del Dr. Sueur y de su colega ya fallecido, Bruno Barrillot, han sido rebatidos por el Dr. Patrice Baert, encargado del seguimiento médico de los veteranos civiles y militares que trabajaron en el CEP. Según Baert, las conclusiones del estudio son exageradas, sólo admitiendo que hay contaminación por plomo, y eso sí causa retrasos mentales en los niños.
Sin embargo el argumento parece bastante débil ya que el plomo nada tiene que ver con las pruebas atómicas sino con las viejas baterías de los coches, que los locales desmontan y despiezan, ilegalmente, para usar el plomo como lastre para la pesca.
Las revelaciones hechas por Le Parisien aparecieron pocos días después del discurso del presidente francés Emmanuel Macron a sus fuerzas armadas en el que manifestó "El mundo que conocemos y el que habrá mañana será, sin dudarlo, todavía nuclear -agregó-. Y estoy convencido de la validez de nuestro modelo de disuasión".
Para Macron, las armas nucleares "nos permiten conservar nuestra autonomía estratégica y nuestra libertad de acción en todas las circunstancias, en un contexto internacional que no permite ninguna debilidad".
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