Rapa Nui Isla de Pascua

Los fuegos de Rapa Nui

El espíritu de Tongariki y Rano Rakanu



Cuando uno llega a Isla de Pascua, imagina muchas cosas basándose en todo lo que ha leído, que generalmente suele ser insuficiente y nunca llega a alcanzar el conocimiento que uno se lleva al abandonar la isla. Más aún, después de haberse ido, empieza a hilvanar imágenes con historia, y muchas veces aparecen relatos como estos.


AUTOR: CARLOS EDUARDO GONZALEZ | REDACCION ALPINISMONLINE | VIERNES 26 DE OCTUBRE DE 2018 | Lecturas: 10355 | Comentarios: 0


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Recorriendo


En esta segunda entrega de nuestro Dossier, preparamos un recorrido virtual por dos de los tres puntos arqueológicos más importantes de Rapa Nui Isla de Pascua. Hemos tocado un poco de historia hasta aquí, con nuestra primera entrega. Vimos cómo se estableció la cultura Rapa Nui en la isla, y ahora, vamos a tomar una visión un poco más actual para este nuevo recorrido virtual.

La costa este y sudeste es la más rica en sitios arqueológicos, no hay duda de ello. Lo que es el espíritu de la cultura Rapa Nui reside en estos sitios.

La costa nord oriental


Antes de arrancar, estudiemos uno poco donde estamos parados, observando el mapa actual que mostramos en la imagen que nos acompaña. Hanga Roa, el único centro urbano y capital de la isla, situada sobre el extremo sudoeste, en una de las aristas del triángulo geográfico que nos sugiere esta silueta insular. Desde allí todo emerge. Vamos a salir entonces a través de la ruta que sale de Hanga Roa con destino a Anakena. Esta carretera recorre la isla de sur a norte pasando por el centro de la misma, desde donde podremos casi siempre divisar a lo lejos la costa oriental, entre maravillosos bosques de eucaliptus con que vamos a encontrarnos hacia el epicentro insular, entre estancias, parajes y caseríos que nos traen un clima de armonía en un hábitat absolutamente ajeno al mundo de dónde venimos.

Una recomendación más que importante a tener en cuenta cuando nos manejamos en vehículo por Isla de Pascua. Aquí los animales, en especial caballos y vacas, están sueltos. No existen los límites, y la cantidad de ganado caballar, para que tengan una idea, duplica a la cantidad de residentes humanos. Estamos hablando de más de catorce mil caballos que deambulan sueltos por la Isla de Pascua. Es más que una obligación, una necesidad, por nuestro propio bienestar y el de la fauna, el circular siempre a baja velocidad, aunque pensemos que nada puede pasar, porque sí puede pasar. Los animales suelen estar a un costado de la ruta y en muchas ocasiones ante nuestro paso, pueden tomar el camino equivocado, hacia la misma calzada, de allí que cuando existen animales a la vista es recomendable no superar los 20km/h de velocidad. Cuando no los hay, una velocidad bastante prudente son los 50-60 km/h. Así nos podremos mantener tranquilos y sin poner en peligro a la misma naturaleza. Tras 18 km de recorrido, llegamos a Anakena, una de las dos playas de Rapa Nui Isla de Pascua. Hemos ya hablado y les hemos mostrado a Anakena en nuestra entrega anterior, por lo que vamos entonces a seguir un poquito más. Hacia la izquierda de la ruta encontramos el acceso a Anakena, seguiremos entonces hacia la derecha, llegaremos primeramente a la salida hacia la playa Ovahe. Dos kilómetros después, nuestro primer punto, el Ahu Te Pito Kura.

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Te Pito Kura

Te Pito Kura


Es un complejo arqueológico localizado frente a la Bahia de La Pérouse donde se encuentra un único moai de nombre Paro, que se encuentra en la misma posición en la que quedó cuando fue derribado hacia el año 1838. La característica de este moai es que es el mas grande transportado desde la cantera del Rano Raraku y erigido sobre un Ahu.

Cuenta con unas dimensiones realmente excepcionales: con orejas que miden casi dos metros, una altura de diez metros y un peso estimado de ochenta toneladas. Se encuentra caído de cara con su cuerpo partido en dos partes. Frente a la cabeza se encuentra su pukao con dos metros de altura y diez toneladas de peso considerado uno de los pukao más grandes encontrados. En lo que se refiere al aspecto histórico, se cree que fue erigido por una viuda tras el fallecimiento de su esposo, en su homenaje. La fecha en que se estima que fue derribado, deriva de avistajes de viajeros occidentales, ya que después de esa fecha no existen registros del moai en pie.

Junto al moai derrivado, puede observarse una construcción circular, en cuyo interior se encuentra una piedra ovoide de unos 80 centímetros de diámetro, que según obra la leyenda, fue traída por el Akiri Hotu Matu’a en su viaje a la isla, desde Hiva, su tierra natal. Se dice que esta roca casi esférica y lisa concentra energía magnética y sobrenatural, a la que se denomina Mana.


Te Pito Kura significa "ombligo de luz", y muchos relacionan el nombre del lugar con las cualidades de esta roca esférica y con uno de los nombres con que se denomina a la isla: Te Pito O Te Henua que significa “ombligo del mundo”.

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Vamos a continuar nuestro camino ahora desde Te Pito Kura, siguiendo el mismo sentido ahora hacia Hanga Roa. Nos alejaremos un tanto de la costa mientras sobre nuestra izquierda comienzan a emerger los terrenos circundantes al volcán Poike, que es el primer volcán de la isla y que se encuentra sobre el extremo noreste de la misma.

Luego, al volver a tomar contacto con la costa, tras recorrer unos 15 km estaremos llegando a uno de los sitios más impresionantes que combinan arqueología y océano. Un sitio que deslumbra en el amanecer y que despierta inmediatamente nuestro asombro ante la majestuosidad que ofrece el centro ceremonial. Estamos en Tongariki.

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Tongariki

Tongariki


El Ahu Tongariki nos transporta al siglo X de nuestra era. Surgen tras él relatos mitológicos, guerras entre clanes y asentamientos de tribus que se remontan a aquella época. Su hombre hace referencia a “los vientos del este” y se localiza en un sitio realmente privilegiado. A su izquierda, el volcán Poike, el más antiguo de la isla. En su cima se aprecia el cráter cubierto ahora de un pequeño bosque de eucaliptus. Su ladera sur desciende mediante abruptos acantilados hasta el nivel del mar donde las rocas volcánicas dan forman a la caleta de Hanga Nui o bahía grande.

A la derecha hay un pequeño sitio de pesca conocido como Hanga iti, o bahía pequeña. Y frente al Ahu se despliega la cara sureste del Rano Raraku, la cantera, donde se forjaron los moai.

La historia señala que Tongariki fue el centro sociopolítico y religioso de Hotu Iti, uno de los dos grandes clanes que agrupaban a las tribus del sector este de la isla. La primera ocupación humana apunta al año 900 d.C.

El impresionante monumento es el resultado de sucesivas modificaciones llevadas a cabo a lo largo de la historia. Pero la característica mas destacada del Ahu Tongariki, es que se trata de la estructura ceremonial mas grande de la isla y el monumento megalítico mas importante de toda Polinesia. Representa el cénit de las construcciones sagradas llamadas ahu-moai que se desarrollaron en Rapa Nui durante más de 500 años.


La plataforma central, cuyo eje está orientado al sol naciente del solsticio de verano, mide casi 100 metros de largo y con sus alas o extensiones laterales originales alcanzaba una longitud total de 200 metros. Durante la última fase final de construcción del altar ceremonial, Ahu Tongariki sostuvo 15 moai, lo que lo convirtió en la plataforma con mayor número de imágenes de toda la isla.

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Desafortunadamente, tal como ocurrió con el resto de las plataformas ceremoniales de la isla, los moai fueron derribados durante los violentos episodios acontecidos durante las disputas entre clanes en la época de decadencia de la cultura Rapanui, hacia el año 1500 de nuestra era, alcanzando su momento extremo hacia finales del siglo XVII. Pero si faltaba algo más que contribuyera en todo este hecho lamentable, esto ocurrió en la noche del 22 al 23 de mayo de 1960.

Hasta allí, testimonios y relatos que se conservan más allá de comienzos del siglo XVIII, indican que si bien los moai estaban derribados, mantenían un buen estado de conservación, a pesar que algunas de las rocas habían sido utilizadas en alguna época como material de construcción de cercas para el ganado.

Pero aquella noche, el Ahu Tongariki, y otros tantos centros ceremoniales localizados sobre la costa este de la isla, sufrieron un durísimo golpe. A 3700km de distancia, sobre la costa chilena, un terremoto de 9.5 grados en la escala de Richter, se hizo presente seis horas después en la isla en forma de tsunami, contribuyendo aún más al desorden del ahu.


Los primeros testigos de la destrucción de Tongariki llegaron unos días después del tsunami debido a la falta de transporte en la isla en aquella época. Varias estimaciones indicaron que la gigantesca ola que llegó a la bahía de Hanga Nui superó los 10 metros de altura y se internó más de 500 metros hacia el interior alcanzando los terrenos cercanos a la base del volcán Rano Raraku.

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El tsunami arrastró rocas y partes de los moai hasta una distancia de cien metros tierra adentro, provocando fracturas y roturas en algunos de ellos e inclusive girando otros, dejando al descubierto algunos rostros que estuvieron ocultos durante siglos. El panorama del Ahu Tongariki luego del tsunami era realmente devastador.

Pero no todo dura para siempre, aunque tuvieron que transcurrir tres décadas para que el empuje de la gente local viera coronado sus deseos de poner en pie nuevamente al Ahu Tongariki.

La historia cuenta que un ex gobernador de la isla dijo en aquél entonces. “Sería un sueño ver a los moai de nuevo en pie… si tuviéramos una grúa…” … Y la grúa apareció. Fue en 1992 en que se creó un grupo de trabajo que incluyó arqueólogos, ingenieros, y otros expertos, chilenos, japoneses y de otros países, con el objetivo de recuperar Tongariki.

Los trabajos finalizaron en 1996 y entre 2003 y 2006 se complementaron con nuevas tareas tendientes a corregir algunos errores en la restauración original, y la aplicación de productos impearmibilizantes en la superficie de los moai con el objeto de protegerlos contra la erosión.

De esta manera, hoy, el visitante puede observar esta estructura en una forma semejante a como pudo lucir durante su período de máximo esplendor.


Quince gigantes observan desde su posición dominante a los asombrados viajeros que llegan a este lugar único en el mundo. Estas imágenes megalíticas, que forman una hilera sobre un altar central de unos 100 metros de longitud, dan la espalda al mar para proyectar su mana o protección espiritual hacia la antigua aldea que aquí existía.

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Todas las figuras que componen este sitio ceremonial fueron talladas en toba volcánica procedente de las canteras del volcán Rano Raraku, localizado a un kilómetro de Tongariki. La incógnita, es que a pesar de su cercanía, aún se desconoce como se pudieron transportar esos colosos de piedra de un peso mayor a las cuarenta toneladas.

Uno de los detalles de la restauración es que antiguamente, todos los moai estaban dotados de su pukao por encima de su cabeza. Luego de la restauración, solo uno de ellos volvió a tenerlo tal como lucía en tiempos antiguos, debido al estado de los restantes que no pudieron ser ubicados por sobre las cabezas de las estructuras.

A unos ochenta metros de la plataforma principal y enfrentado a los quince moai principales, una figura recostada en la hierba yace de espaldas mirando hacia arriba, con un detalle particular, que es el de no tener talladas las cuencas de los ojos, más allá de encontrarse partido en dos.

Y uno mas, que dejamos para el final: el moai viajero. Sobre la entrada misma a Tongariki, encontraremos un moai que se encuentra mirando hacia el mar, en sentido opuesto a las 15 figuras, como manifestando su enojo por haber quedado afuera del sitio ceremonial. En realidad se trata de una figura que no ha formado arte de Tongariki y que guarda una historia muy particular. En el año 1982 fue embarcado con destino a Japon para participar de una exposición. Al regresar, los lugareños lo bautizaron con el nombre de “moai viajero”.

Pero tuvo un momento más de gloria. Fue en 1986 cuando fue utilizado en un experimento con el objeto de realizar una comprobación: el 5 de febrero de 1986, un grupo de científicos, dotados de cuerdas y un sistema de desplazamiento, logró hacer “caminar” al moai durante un trayecto de 4 metros.

Nos vamos ahora de Tongariki. Nos quedamos con el recuerdo de haber visitado uno de los sitios mas impactantes de la isla, sino el más. Pero nos vamos muy cerquita, a solo un kilómetro, a otro de los sitios que sobresale por la naturaleza de lo que encierra: El volcán Rano Raraku.

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Rano Raraku

Rano Raraku


¿Que podemos decir de este sitio? ¿Quizás que marca el origen de toda esta maravilla? Puede ser. Pero visitar Rano Raraku despierta en el viajero un montón de sensaciones que solo pueden vivirse estando allí. No es posible trasmitirlas en un relato, aunque haremos lo posible de llevarles aquella majestuosidad de la forma más certera.

Las imágenes que les mostramos sobre este texto expresan en parte lo que intento significar. Pero existen otras cosas que encierran esas figuras desperdigadas por sobre la ladera de aquella montaña. Dos elementos adicionales crean el ambiente perfecto para poder admirarlas: el mar a la distancia y el silencio.

Y este último, hace qué al contemplarlas, ellas hablen por si mismas, que saquen a la luz esa enorme historia que encierran. Nos dejan ver historias de vida, de aquellos que las forjaron y paralelamente nace en uno un profundo sentimiento de respeto. Mirar desde abajo a la ladera sur provoca una situación de admiración e incredulidad. Son decenas de cabezas desperdigadas por sobre el terreno, en distintas posiciones, como si hubiesen sido arrojadas allí vaya a saber por qué motivo.

En la cantera, un sector de la ladera del volcán que tiene unos ochocientos metros de longitud, se pueden observar nichos vacíos, de donde fueron en tiempos ancestrales extraídas las más de novecientas figuras desperdigadas por toda la isla. Y también algunas figuras que nunca fueron extraídas y que se encuentran sin terminar. Como si en determinado momento el tiempo se hubiese detenido al igual que el trabajo, y todo, por algún motivo que desconocemos, se hubiese abandonado sin mediar explicación. Y están las figuras ya terminadas desperdigadas por toda la ladera del volcán, que suman un total de 397. Las que están más arriba, son las que se encuentran en fase de fabricación, aún adosadas a la montaña.

El período de actividad en el Rano Raraku abarcó unos 500 años. Durante ese tiempo, las canteras rebosaron de actividad. Los trabajadores con sus herramientas de basalto llamadas toki, esculpían la piedra para dejar a la vista un rectángulo donde comenzaban su trabajo. Primero esculpían el rostro, prestando singular atención a la nariz, ya que ella servía de guía para mantener la simetría. Luego seguían con el resto del cuerpo y por último iban desprendiendo la figura de la montaña, culminando con la parte de abajo, dejando sujeta la figura con algo similar a una quilla de un barco, que era lo último que cortaban. Finalmente la figura era transportada a su destino definitivo de una manera que aún hoy no se conoce con certeza. El tiempo de construcción de un moai no está aún muy claro. Algunas versiones indican que era de un par de semanas y otras hasta un año, pero en definitiva, ese sería el tiempo máximo de construcción.

¿Porqué el pueblo Rapa Nui invirtió su tiempo en la construcción de estas figuras? Algunos sugieren que el motivo fue el respeto a sus antepasados y la ausencia de otro tipo de distracciones en que emplear su tiempo. Estos dos factores lograron este tipo de hazañas, y hoy en día algunas fases de esa construcción permanecen aún en silencio. Durante el período de apogeo de las construcciones la actividad en la isla debió haber sido impresionante. Se trabajaba no solo en la construcción de los moai, sino en toda la infraestructura necesaria para sostener dicha construcción, como ser el alimento para los talladores, desarrollo de cultivos y en la pesca. Pero de pronto, todo eso se detuvo. La época de esplendor llegó a su fin y los trabajadores dejaron a un lado sus herramientas y nunca más volvieron a tomarlas. La razón de este cese aún permanece en el misterio.

El último tramo del recorrido del Rano Raraku nos lleva a la cumbre, al cráter del volcán, donde encontramos una laguna de aguas oscuras con juncos, bordeada por verde, arbustos y a lo lejos, los infaltables caballos que deambulan en libertad por toda la isla. Fuera del circuito, a unos 150 metros hacia lo alto de una de las laderas del cono volcánico, visualizamos un moai con una construcción al su alrededor. Esa mole es la que está siendo desenterrada y que muestra un cuerpo entero oculto por la tierra. Nos han dicho que ha sido aislada del circuito porque algunas personas han tenido la brillante idea de pintar grafitis en su superficie y ahora –como suele suceder en estos casos- todos debemos pagar el precio por semejante despropósito. Bajamos ahora de la montaña y nos vamos del Rano Raraku. Miramos hacia atrás y seguimos sin entender muy bien todo lo que acabamos de ver, absortos, maravillados, con muchas preguntas dando vuelta, y algunas respuestas aún desconocidas.

Pero lo que hemos visto fue suficiente. Nos vamos repletos de maravillas. Pero aún falta más. Tomamos el camino paralelo a la costa oriental con destino a Hanga Roa, donde nos espera una maravilla más, algo que solo puede verse en dos sectores de la isla exclusivamente. Elegimos uno de ellos, el que transcurre cuando se oculta el sol.

Los fuegos de Rapa Nui


Esto en realidad puede admirarse en cualquier parte del mundo, pero estando en una isla del Pacífico adquiere un significado muy particular. El océano se mimetiza con lo que está sucediendo y le da su toque particular al espectáculo. Existen dos instancias en Rapa Nui Isla de Pascua que pueden ser admiradas. El amanecer, sobre la costa oriental que mira al continente sudamericano, muy en especial en Tongariki, donde incluso encontrarán excursiones que los llevan a admirarlo, o el atardecer, en el lado opuesto, mirando hacia aquellas islas lejanas que imaginamos por un momento en nuestra mente.

Hemos optado por admirar y traerles a ustedes la segunda opción, la de la puesta del sol en Hanga Roa, mirando en dirección a las islas Pitcairn, la tierra más cercana ubicada a 2700 kilómetros de Rapa Nui. Estuvimos allí dos días para registrar esta muestra fotográfica, el 30 de septiembre y el 6 de octubre.

Y aquí está el resultado, no necesita más palabras. Nos despedimos ahora hasta la próxima y última entrega de este Dossier, la semana próxima, invitándolos a que desplieguen su imaginación y contemplen esta maravilla no exclusiva de Isla de Pascua, que es el atardecer sobre el Pacífico y que a través de esa imaginación, puedan vislumbrar cientos de formas que nos regalaron aquellos dos días, los fuegos de Rapa Nui.

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Los fuegos de Rapa Nui

Los esperamos en la próxima entrega: HISTORIAS DE MATAVERI, Noviembre 2,2018.




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Dossier Rapa Nui Isla de Pascua


1 | OJOS QUE MIRAN AL CIELO | Octubre 19, 2018

2 | LOS FUEGOS DE RAPA NUI | Octubre 26, 2018

3 | HISTORIAS DE MATAVERI | Noviembre 2, 2018



BIBLIOGRAFIA:
Autor: Carlos Eduardo González
Créditos fotografías: Carlos Eduardo González para Alpinismonline Magazine
Fotografías en alta resolución: Canon PowerShot SX530NS

Fuentes y Agradecimientos:
Imagina Isla de Pascua
Subsecretaría de Turismo de Chile
Parque Nacional Rapa Nui
Museo Antropológico Sebastián Englert
Comunidad Indígena Polinésica Mau Henua
Marcela y Juan Carlos Araya (Complejo Mata Ki Te Rangi)
Wikipedia
Fecha de relevamiento: Entre el 29/9/2018 y 06/10/2018